Capítulo 23 - Segunda Parte

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 —Buenas tardes —dijo un hombre de aspecto bonachón, algo grueso y que no llegaba a los cincuenta años, según mi punto de vista.

Venía acompañado por dos jóvenes que me parecieron, uno, como de la edad de Satou, y el otro como de la Hiroshi. Los tres traían canastos a sus espaldas.

—¡Oh! Buenas tardes, Harada-san —dijo el Maestro—. No los esperaba hasta dentro de un par de días.

—Cierto, Maestro —dijo el hombre, que por lo visto, se llamaba Harada—. Pero parece que amenaza tormenta de nieve y temimos que nos fuera imposible venir después. Por eso decidimos adelantarnos.

—¡Oh! Gracias. Estos son Takeo, Satou y Hiroshi —dijo el Maestro al presentarnos—. Son tres chicos del valle que han venido a visitarme y quieren aprender algunas cosas que ellos creen que puedo enseñarles.

—Mucho gusto —dijo el hombre; y los dos jóvenes lo acompañaron en la reverencia formal.

—Chicos —continuó el Maestro—; este es el señor Harada y sus hijos, Taiki y Takashi. Ellos tienen siempre la bondad de compartir el producto de su huerta conmigo y como ven, me traen lo necesario para mi alimentación, aunque yo les insisto en que no es necesario.

—Sabemos que puedes ayunar mucho, Maestro, pero no lo hacemos sólo por tu bien, sino por nuestro propio gusto —dijo el señor Harada—. No es mucho lo que podemos traerte pero sí con mucho aprecio.

—Y a nosotros nos encantará compartir té caliente —dijo Hiroshi y se apresuró a lavar su jarro para servirles—. Está haciendo un frío terrible y ustedes deben haber caminado mucho para llegar hasta aquí.

—Gracias, Hiroshi-kun —dijo Harada—. Pero no tienes por qué molestarte.

—Ninguna molestia. Sólo tengo el problema de que, como no esperábamos a más nadie, no tengo jarros suficientes para todos.

—Ten; toma el mío también —dijo Satou.

Al ver como ese par se deshacían en amabilidad por los recién llegados, no tuve más remedio que también ofrecer mi jarro, aunque eso me obligara a tomar mi té de apuro.

—No te molestes —me dijo Takashi, quien era el menor de los hermanos—, gracias. Yo esperaré a que Taiki tome su té y luego usaré su jarro.

Eso me alivió pues en realidad no quería perder ese placer de tomar el té caliente con toda tranquilidad. Además, me llamó la atención que ese tal Takashi estuviera de pie detrás de su hermano mayor, como escondiéndose y pensé que ese par serían algo parecido a Hiroshi y a mí, solo que con vínculo de sangre; por lo que esperé con gran interés lo que sucedería a continuación.

Tanto el señor Harada como sus hijos se sentaron junto a nosotros y Hiroshi le sirvió el té al padre y luego a Taiki y cuál no fue mi sorpresa cuando el muchacho tomó el jarro, agradeció y se lo pasó a Takashi.

—No, no; está bien, Taiki. Toma tú primero. Yo puedo esperar —dijo el chico.

—Tú debes tener más frío que yo, hermanito y ya sabes que no puedo soportar verte así mientras yo me reconforto con el té caliente —le dijo al pasarle el jarro y alborotarle los cabellos pues se había descubierto la cabeza de la capucha de piel que traía puesta.

«¡Demonios!», pensé. «Si estos dos son así y se van a comportar de esa manera, yo no sé qué voy a hacer con Hiroshi. Ya veo que no se cansará de decirme que Taiki esto, que Taiki lo otro... y no perder oportunidad para enrostrarme el ejemplo de cómo un buen hermano mayor debe comportarse... ¡Rayos!»

Para colmo de males, Taiki le preguntó:

—¿Todavía tienes mucho frío?

—Bastante —contestó Takashi y su hermano se volvió, abrió su canasto y sacó una manta con la que lo cubrió.

Las Siete CampanasWhere stories live. Discover now