No me percaté de cuánto dormí, pero cuando desperté el avión estaba en tierra. Había ido al baño una o dos veces durante el viaje sólo para saber cómo era y otra porque quería orinar. Stefan me observaba como si estuviese viajando con un pequeño bicho extraño. Bajamos del avión despidiéndonos de las azafatas, retiramos nuestras maletas y luego salimos del aeropuerto; rápidamente el frío clima de Londres me llegó al rostro y a mis brazos desnudos, saqué mi chaqueta de mano y me la coloqué. Sólo pude pensar en que había traído vestidos y que, probablemente, no podría lucirlos.
Stefan parecía un poco más familiarizado con la ciudad, pues prácticamente se movía como si conociera cada grieta del cemento y también hablaba con algunos taxistas para saber cuánto nos cobraban por llevarnos hasta la dirección a la que queríamos ir. Se negó a algunos y, finalmente, encontró a un tipo "honrado"; nos ayudó con las maletas y lo siguiente fue abordar el taxi. Escuchaba a Stefan hablar con el hombre acerca del clima, de la ciudad y también sobre centros comerciales o museos, pero en lo que realmente estaba enfocada mi atención era en las grandes edificaciones que se vislumbraban frente a nuestros ojos. Todos parecían ser como grandes castillos de princesas, antiguos y con historias que, probablemente, tardaría poco en saber de qué se trataban. Lo único que quería hacer era sacar mi cámara fotográfica y ponerme a hacer clic sin interrupción.
—Llegamos —dijo el hombre del taxi. Stefan pagó lo correspondiente y, bajándome algo desorientada, me quedé mirando el edificio pintoresco y antiguo que se encontraba frente a nosotros.
—¿Es aquí? —pregunté, Stefan asintió con entusiasmo. Puso una mano en mi espalda y casi me empujo para que pudiera caminar. Apenas tomé mi maleta y entré casi corriendo al vestíbulo, en donde nos recibió un hombre mayor con un semblante cariñoso.
—Buenas tardes, soy Clint McGregor —se presentó — ¿en qué puedo ayudarles?
Como era habitual en Stefan, él comenzó a hablar rápidamente, enseñarle papeles y todo lo que debíamos hacer para poder entrar al apartamento. El señor me observaba a ratos y me preguntaba cosas que sólo respondí en monosílabos, pues estaba demasiado ocupada en mirar los detalles de los sofás del vestíbulo.
El departamento se encontraba en el piso 3 y la torre sólo tenía 5 pisos. Por lo que había dicho Clint McGregor ahí vivían personas mayores y estudiantes solitarios que venían de otras ciudades para estudiar en Londres. Por supuesto quedé maravillada.
Las dos habitaciones que tenía el departamento eran bastante espaciosas, y mi novio se había encargado de que el lugar viniese amueblado para no tener que comprar cosas extremadamente grandes y caras. Sólo debíamos hacernos de comida y, por supuesto, de una cafetera, lo que probablemente a Stefan no le parecería bien, pero a mí sí.
—¿Te gusta? —me preguntó él mientras sacudía un poco los sillones.
—Es acogedor —contesté —, sólo le falta un poco de mi decoración.
—Seguro —él rodó los ojos —. Sobretodo esos cuadros fosforescentes y adornos hechos con periódico.
—¡Así es! —alcé la voz con una sonrisa.
—Estaba siendo sarcástico.
—Pues practícalo un poco más.
Luego de instalar nuestras cosas en el departamento y también de limpiar un poco, nos pusimos al teléfono con nuestras respectivas familias, charlamos un rato y luego colgamos. Lo siguiente fue ponernos de acuerdo acerca de los gastos que debíamos hacer. Jamás había convivido con Stefan antes y no sabía qué manera tenía de pensar respecto a un hogar. Si habíamos ido de vacaciones juntos y lo habíamos pasado genial, pero nunca, así como ahora.
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El destino que no soñé
RomanceFinalista de The Wattys 2021. Camile está segura de que no puede ser más feliz de lo que es ahora. Camile tiene un novio que la ama, una familia que la apoya en sus decisiones y muchísimos sueños por cumplir. ¿Qué sucede cuando su novio llega con d...