Capítulo 50

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Camile Rooney

Desperté con un fuerte dolor de cabeza.

¿Qué demonios había pasado?

Abrí mis ojos con muchísima dificultad percatándome que me encontraba todavía en el asiento de la camioneta, sin embargo, todo estaba volteado. Moví lentamente mi cabeza consiguiendo que sintiera que tenía toda la espalda quebrada en pedacitos. Intenté respirar profundo, calmándome, pero cuando lo hice me dolieron hasta los parpados. Sin poder evitarlo comencé a desesperarme, los ojos se me llenaron de lágrimas y caí en cuenta de que alguien se había estrellado con nuestra camioneta, estábamos volteados, el techo estaba aplastándonos y afuera había muchísimo ruido.

Comencé a toser con todo el cuerpo adolorido, había muchísimo humo.

—Jared... —intenté hablar, pero no podía mirarlo.

Me armé de valor, tenía que moverme, aunque me doliera todo.

Me giré para ver a Jared y cuando mis ojos hicieron contacto con su rostro, casi sentí que iba a morirme ahí mismo. Tenía toda la cara ensangrentada, con un horrible corte en la frente. Tenía los ojos cerrados y un fierro estaba enterrado en su bíceps derecho.

—Jared —lo llamé una vez más, intentando no pensar lo peor.

Lo vi mover sus ojos con dificultad, pero no podía despertar. Como pude moví mi brazo extendiéndolo hacia él, apoyé mis dedos en su cuello ensangrentado con fuerza hasta que sentí sus latidos.

—Sam... —dije, pero no oí una respuesta.

Si me giraba para verla corría el riesgo de que el parabrisas nos aplastara mucho más porque estaba casi sosteniéndose en mi hombro.

De pronto, la camioneta comenzó a moverse agresivamente y oí muchísimas voces.

—¡¿Hay alguien?! —gritó una persona.

—¡Si! —grité lo más fuerte que pude.

—Si hay, hay personas con vida —decía una chica.

—¡Te vamos a sacar, sólo quédate tranquila!

No supe como consiguieron abrir las puertas de la camioneta con tanto cuidado, sólo sentí manos que me agarraban mientras yo no podía soportar el dolor de mi cuerpo, alguien me jaló y me arrastró por el suelo hasta que vi a muchos paramédicos subirme a una ambulancia. Intenté moverme, intenté preguntarles si habían podido sacar a Jared y a Samantha, pero no podía hablar y comenzaba a ver todo mi alrededor nublado.

—¡Dense prisa! —oí el grito de un hombre —¡La camioneta puede explotar!

No sé cuánto tiempo estuve sedada ni tampoco si me habían hecho alguna intervención, pero cuando desperté, mis ojos chocaron con un techo de color pálido que de inmediato reconocí como la clínica en la que ya había estado. Mi cuerpo ya no dolía tanto como en el asiento de la camioneta, sin embargo, me encontraba conectada al oxígeno y cuando moví el brazo noté que me estaban pasando medicamentos. Alcé un poco la cabeza y mi mirada chocó con la de Alex, algo se encendió dentro de mi cuerpo. Tenía sus ojos hinchados, como si hubiese estado llorando, y apenas me vio despierta, se puso de pie para acercarse a mí.

—Camile —oí su suspiro de alivio —. Llamaré a una enfermera, por favor no te esfuerces —me pidió.

Me quedé quieta esperando que entrara alguien, pero entró un médico, me observó por unos segundos y me pidió que me mantuviera tranquila, que debía hacerme un par de preguntas y yo de inmediato supuse que lo hacía para saber si no tenía alguna contusión cerebral.

El destino que no soñéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora