Capítulo 04. La cabaña embrujada.

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"Mi corazón se secó con las hojas del otoño, la catástrofe desapareció con las emociones de mi vida pasada. Las ruinas de los templos devastaron a los frailes, las calamidades sofocaron a los ortodoxos con la presión de la discordia"

Pero, antes de entrar a la alcoba me sugestioné al observar a algunas pinturas en cuadros que anteriormente no estaban en el corredor, tenía la imagen de algunas personas que murieron anteriormente en los años pasados. En cada cuadro estaba el nombre y la fecha de muerte, –solté una mirada confusa–,me aproximé a ellos con cierta incertidumbre y sentí que ya había conocido a esas personas, cuyos nombres eran; Grace (1450-1509), Amber (1480-1512), Florence (1360-1457), Maggie (1264-1323), Harry (1400-1470), Carl (1480-1513), Abraham (1419-1498), Charlie (1250-1330).

– ¿Qué diablos? ¡Esto no es cierto, maldición!

Bramé con la voz nerviosa, amilanado y sobresaltado.

Con los ojos sombríos y despabilados me puse la mano sobre mi cara, las personas que acababa de conocer en la cena estaban muertas desde hace años atrás. Mi cuerpo se estremeció con un profundo escalofrío que hizo temblar mis huesos, –retrocedí un paso lentamente–, me di la vuelta y corrí rápidamente hacia mi alcoba hasta que me estrellé de frente contra la puerta de madera, –el golpe se hizo sonar–, me detuve volví a mirar los recuadros con la dominante confusión; nervioso y frenético intentaba abrir la puerta con las manos temblorosas pero estaba bloqueada, le daba fuertes empujones y patadas a la puerta con ímpetu hasta por fin se abrió, –la puerta bramó un chirrido–.

Entré a la alcoba y cerré la puerta de golpe, –resonó el chirrido nuevamente–, al dirigirme a la cama noté que la tela de la sábana estaba rasgada y desordenada, me senté en ella y encajé las puntas con las orillas de colchón para dormir, y tan pronto que mi respiro se aquietaba, escuché un pequeño gruñido detrás de mí con mucha cercanía, –giré y me senté sobre el colchón–. Escudriñé la alcoba con la mirada ofuscada hasta que un extraño golpecillo me alteró, –volteé la mirada a la pared con la perpleja confusión–, el espejo clavado en la pared se estaba moviendo como si algo lo estuviese sacudiendo con furia; –mi corazón sopló de velocidad–, me levanté de la cama y los clavos empezaron a caerse de a uno por uno, el espejo estaba a punto de caerse y corrí hacia él para bajarlo y moverlo de sitio, –sujeté el espejo con ambas manos y respiré hondo–. Por un momento la habitación empezó a oler a humo, ¿Qué se está quemando? –Pensé, amilanado–.

Tomé cuidadosamente el espejo poniéndolo sobre mi cuerpo y el cristal se calentó, –mi piel se enrojeció con un ligero ardor–, llevé rápidamente el espejo hacia la ventana y lo situé fijamente sobre el muro de granito de la alcoba. Me aseguré de haberlo posicionado y me distraje al mirar mi reflejo, –el cristal se empañó–, levanté el dedo índice y dibujé un pequeño círculo sobre el cristal.

– Maldita sea, ¿Acaso estoy tan exhausto? –Pensé distraído mientras dibuja figuras en el cristal –.

–Una gota de sangre se deslizó desde mi frente y cayó al suelo–, miré la gota que se derramó como el sudor y me incliné con la mano izquierda sobre el suelo. ¿Estoy sangrando? –Musité entre mis temblorosos labios–, levanté la cara y miré hacia el techo con preocupación e intriga. Me puse de pie y volví a quedar de frente hacia el espejo, –lucía más borroso–, introduje la mano derecha en el bolsillo trasero de mi pantalón y de él saqué un pequeño pañuelo, alcé la mano y empecé a limpiar el espejo impulsivamente, aunque seguía más empañado.

Caí ansiosamente en la desesperación al ver que el espejo seguía igual, y de repente, la silueta de una persona sin rostro se marcó en el cristal del espejo con mucha intensidad hasta que se saturó con horror. Me entumecí con el terror en la mirada mientras que mis manos se retorcían hacia detrás, los dedos de mis manos se arqueaban y traqueaban por sí solos con una mística fuerza que provoca dolor. Derramé una espesa materia negra de la boca y me caí hacía atrás con los codos recogidos, cuando quedé en el piso con la mirada vacilada y perpleja del miedo giré la cara a la puerta de la alcoba, –respiración agitada sonando con jadeos y gemidos de histeria–, bajé la mirada y mis ojos se direccionaron rectamente a un espantoso espectro que salió debajo de la cama entre la oscuridad, sólo vi un par de piernas mutiladas y ensangrentadas que caminaron a la cama, –giré la mirada y me puse de pie sobresaltado frente al espejo–. Algo siniestro se metió bajo la sábana de la cama y empezó a sacudirse de arriba hacia abajo, –me cubrí el rostro con las manos y miré del reflejo entre los dedos–, en la lobreguez de la alcoba de destellaron dos ojos blancos brillosos.

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Where stories live. Discover now