Capítulo 11. El Monarca Orión, la última decisión.

215 53 0
                                    

"Me convertí en una mortuoria serpiente venenosa y sigilosamente asesiné a mis enemigos."

Alfred se burló de todas las acciones que hacía la niña en su agonía, no se detuvo en reírse todo el tiempo que se hizo largo para ella. Después de la muerte de la niña experimenté diversas emociones que sólo me generaron una espesa frustración, al mismo tiempo pensé que era un alivio para el sufrimiento que tuvo Carolina, después de que su corta vida terminara tuve un profundo dolor que vino de mi corazón, al menos supe que estaba a salvo en otro lugar con sus padres.

Procesando el abatimiento y la tristeza, Alfred me espetó una oscura mirada de intimidación y aborrecimiento. Ya no le tenía miedo, si Carolina pasó por ese dolor yo también podía hacerlo, era hora de enfrentarlo sin miedo.

– Sólo quedamos tú y yo. –Me habló–.

– ¿Qué viene ahora? –Le pregunte, desafiante–.

– No tardan en venir algunos amigos, –dijo como respuesta–, quiero que conozcas a cada uno de ellos porque eres el invitado especial.

– Más de lo que crees, –le respondí, amenazador–, los estaré esperando justo aquí con ansias.

– ¡Hahahaha! –Río sarcásticamente–, me divierte la manera en la que quieres parecer reñidor o intimidante.

– Y tú no sabes la vergüenza que yo siento por alguien tan desgraciado e inservible como tú. –Estallé contra su comentario–.

– ¡No te atrevas! –Exclamó con inquina–.

Apuntó su cuchillo en mi cuello.

– ¿También me matarás? –Le pregunte con sátira–.

– Sabes que no me costaría ni un movimiento. –Respondió, sereno–.

– ¿Por qué no lo haces ahora? –Pregunté irónicamente–.

– ¡A su tiempo! –Grito con su voz estrepitosa–.

– ¡Demonios! –Bramé, irónico–, ¿No me digas que también te enamoraste de mí?

– ¡Una palabra más y te reviento los sesos! –Vociferó, disgustado–.

Enfurecido me observó fijamente y apretó sus manos en mi cuello.

– ¡Oh, sí! Ahórcame, porque sé que tienes un fetiche con los homicidios. –Le hable con la voz ahogada–.

Alfred no soportaba mi pesada actitud, pasó el cuchillo por mi cuello.

– ¡Te lo repito una última vez! ¡Maldita sea! –Graznó, irritado–, créeme que si tuviera la orden de matarte lo hiciera justo ahora.

– ¡Wow! ¿Quieres decir que no tienes la orden de matarme? –Le pregunte, burlista–.

– ¡El Rey vendrá con sus escoltas y te quiere mejor vivo que muerto! –Replicó–y no me ensuciaré las manos contigo, maldito depravado.

– ¡Me encantan las sorpresas! –Le dije, precipitadamente–.

– ¿Consideras divertido morir? –Preguntó con suspenso–.

– ¡Vaya! ¡Qué ciegos estás! –Exclamé, soltando una risa burlona–, ¿Acaso no lo ves?

– ¡Por supuesto que no quieres morir! –Exclamó alterado–.

– Ya lo he hecho... –Susurre, intrigante–.

Alfred se alteró y me lanzó una mirada sombría.

– ¿Eres un mortal? –Pregunto atemorizado–.

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Where stories live. Discover now