Capítulo 17. El Campo de los Olivos: El arresto.

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"Quémame en la hoguera de tu dolor, en tus depresiones más sucias sufrirás como Judas lo hizo."

Decidí alejarme de aquellos árboles cuando sentí un sombrío escalofrío que me hizo sudar, la naturaleza se mantenía enloquecida con la imparable agitación de los animales asustados. La tensión se detuvo cuando la risa de una mujer se escuchó venir detrás de mí, tan pronto de que la malévola carcajada se hizo oír no me contuve en girar, mi cuello traqueó tan fuerte en el segundo que volteé y levanté la mirada a los árboles.

Caminé hasta el árbol anterior de la hilera y me asomé sigilosamente, ¿Fue una risa? ¡Sé que sí! ¿Será alguno de los troles? ×Dije atemorizadoØ, estaba completamente seguro de lo que había escuchado con claridad. Di la espalda al árbol y caminé de nuevo a la misma dirección, pensé por un momento que seguro fueron las aves; tenía la mayor percepción de que alguien estaba encima de los árboles observándome, era esa desagradable sensación de ser observado con intensidad.

– ¿Buscabas algo? –Habló una voz quebrantada–, yo podría ayudarte, ven acércate.

Dijo la misma voz que había escuchado en los árboles, la voz era constipada y áspera parecida a la de una mujer mayor.

– ¿Quién está ahí? ¡no puedo verte! ¡Sal ahora mismo! ×protestéØ.

Mi voz sonaba bastante ahogada, me quedaba sin aire cuando le hablaba a eso que estaba en el árbol.

– ¿Acaso no me ves? –Preguntó– yo sí puedo verte, siempre te veo. Aunque no lo creas, te he seguido desde que llegaste a este mundo, quizás no puedas verme, quizás no puedas sentirme, pero, eso no afecta a las posibilidades de que pueda observarte mientras duermes, porque siempre estoy detrás de ti.

La voz balbuceaba tétricamente desde la oscuridad entre las ramas del árbol, no alcanzaba a ver la silueta de aquello que me hablaba desde la altura. El vello de mi piel se erizó cuando la "mujer" mencionó que me observaba mientras dormía, mi respiración se volvió lenta cuando del árbol cayeron plumas negras, era aquel mismo plumaje que dibujaba al Macho Cabrío encima de las rocas o troles; de pronto, un olor a pudrición apareció como si un animal muerto estuviese cerca de los árboles.

– ¡No veo! ¡no! ¡no veo! ¡no! ×Tartamudeé mordiendo mi lenguaØ ¡NO VEO NADA! ¡NO HAY NADIE! ¡NO HAY NADIE AQUÍ! ¡SILENCIO! ¡DÉJAME!

Misteriosamente caí en un estado de desesperación, cubrí mis oídos y cerré los ojos cuando las hojas del árbol se movieron violentamente. Comencé a jadear, el frío estaba presente con más intensidad cuando la voz se hacía sonar.

– Puedo estar detrás de ti, justo ahora lo estoy. Seguro que no me ves, pero si quiero estar en todas partes para rodearte ¡lo hago! ¡JAJAJAJA! ¡JAJAJAJA! –Dijo aullando de la risa–.

Mi corazón casi salía por la garganta cuando la risa aturdió mis oídos, lentamente, sentí una pesada mano encima de mi hombro derecho que quemaba mi túnica. De inmediato, volteé y la carcajada sonó de nuevo con más fuerza, detrás de otro árbol vi algo que pasó rápidamente hasta esconderse, era una apariencia deforme y espantosa.

– ¿Qué es lo que quieres? ¡Muéstrate! ¡Ya! ¡Deja de esconderte! ¡MALDITA SEA! ×Bramé furiosoØ.

Tenía una sensación de mal augurio, era un sentimiento fúnebre y lúgubre. Giraba a todos lados, estaba atento a cualquier movimiento que observaba.

– ¿Así que me querías ver? ¡aquí estoy! ¿quieres hacerme tuya? –Susurró la voz femenina detrás de mí–.

Eso que había en el árbol o detrás de mí, tenía la gran inteligencia de jugar con mi miedo y hacerme perturbar. La voz sonó a la cercanía de mis oídos, sentí una lengua que lamió mi oreja cuando estuve a punto de voltear.

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora