Capítulo 29. Sodoma: El castillo del Demonio.

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"El cielo se tornó de rojo y destelló asteroides entre las nubes cargadas de energía, los relámpagos no cesaron y los truenos hicieron temblar la estratosfera."

2 meses más tarde, agosto 24.

En la luminosa mañana del 24 de agosto se podía contemplar los rayos solares penetrando las ventanas del palacio, me preparaba para salir junto a Roxette mientras que uno de los hombres de la tribu nos esperaba en el bote. Nos equipamos de agua y alimentos para el viaje a Sodoma, había mucha emoción de nuestra parte debido a que estábamos listos para salir de viaje juntos por primera vez, aunque no era un viaje común que ambos amigos podrían hacer en cualquier día.

Mi indumentaria real se asimilaba a los colores del glamuroso vestido de Roxette, Ranavalona nos acompañó hasta la costa para ir al bote después que nos dirigimos por un atajo selvático, allí estaba el indio mayor esperándonos sentado en el bote con los remos en sus manos.

– Wow, no puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido, –dijo Ranavalona–, han sido tres meses de gran trabajo.

Roxette miraba fascinada al oleaje del mar, la luz solar brillaba mi agradecimiento.

– Así es, –concordé–, no puedo estar más agradecido contigo después de todo lo que he vivido en esta isla, creo que soy más fuerte de lo que fui ayer.

– No tienes nada que agradecerme, –agregó Ranavalona con una sonrisa–, te deseo el mayor éxito del mundo para todo lo que tengas que hacer.

– ¡Muchas gracias, Ranavalona! –Exclamó Roxette–, siempre podrás contar con mi apoyo cuando sientas que nada tenga sentido, no estás sola, jamás lo estarás.

Ranavalona frunció su boca y estalló en risas, sus ojos de nublaron de lágrimas y Roxette se acercó a ella con un abrazo.

– Espero verte pronto, –le dije con un nudo en la garganta–no sé qué hubiese sucedido conmigo si no habría llegado a esta isla.

Ranavalona me observó con nostalgia y se secó las lágrimas de sus parpados, me haló con su mano y me abrazó junto a Roxette.

Abaddón el indio mayor, estaba sentado en el bote un poco apresurado e inquieto, era un peligro estar en la costa por los ataques imprevistos de los soldados.

– ¡Apresúrense! –Increpó Abaddón–, los soldados pueden vernos y será una tragedia para los cuatro.

Nos soltamos del abrazo y nos miramos con nervios, Roxette bajó su mirada a la arena y sonó un resoplido mientras Ranavalona se arreglaba su cabello.

– ¡Sí, Abaddón! –Contestó Ranavalona–, ya es hora de que se vayan.

– Cuídate mucho, –me dirigí a Ranavalona con prisas–, la guerra está por culminar y muchas cosas podrían suceder en estos dos últimos días.

– ¡Te lo prometo que regresaremos! –Bramó Roxette en consuelo–, hoy haremos justicia por los inocentes y por la memoria de nuestros muertos.

Ranavalona soltó un par de lágrimas y movió su cabeza afirmativamente.

– ¡Iré a Núremberg para cuando la guerra termine! –Gritó Ranavalona confortada–, porque sé que la ganaremos y regresaré por ustedes.

– ¡Eso quería escuchar! –Grazné optimistamente–, me duele decir esto...Pero, ya es hora de irnos, así que, gracias una vez más, si nunca más nos volvemos a ver quiero que siempre recuerdes estos tres meses de diversión y trabajo, has formado parte de los mejores recuerdos que tuve en Pléyades y... –Me enronquecí con un sollozo–, nadie podrá cambiar nuestra historia.

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Where stories live. Discover now