Epílogo. El Olimpo: Una vida sin enemigos.

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"Ahora puedo respirar de los nuevos días, la guerra desapareció y el tiempo se detuvo para perdonarme."

  Después de un largo e infinito viaje por las galaxias más lejanas caí de un cielo color pastel como un ángel caído, mi cuerpo rebotaba en las esponjosas nubes de trampolín hacia lo alto, los arcoíris centelleaban sus colores en las alas de mariposas gigantes que volaban por los cielos crepusculares. El plumaje rosa de las aves encantadas se perdía en la turbulencia de las quiméricas alturas, desde arriba escuchaba el oleaje de los océanos más azules y cristalinos golpeando las palmeras.

Mágicamente, caí en una altísima montaña borrascosa de nieve color crema en donde había enormes árboles con manzanas rojas y rosas, el cielo se combinaba con la mezcla de colores suaves y sombríos que reflejaban tonalidades resplandecientes, los planetas y las estrellas más cercanas navegaban por las colosales nubes que parecían algodones de azúcar. Al levantarme cubierto de nieve pude observar con claror al nuevo mundo en el que había llegado, era el mundo mágico del que mi madre siempre me hablaba antes de ir a la cama, desde niño soñé con los hongos gigantes y los globos de colores que subían a la atmosfera para estallar de brillantinas, todo estaba haciéndose realidad, estaba atrapado en un sueño de la infancia.

Las serpientes eran dóciles y los tigres convivían con los ciervos, los osos polares eran amigos de los peces y los lobos de las liebres. Había caballos blancos y largas jirafas que volaban sobre el agua de los océanos serenos, de esos océanos los colosos marinos salían a volar con los más pequeños delfines, las ballenas azules se perdían en los arcoíris y desaparecían para transformarse en diamantes que caían del cielo.

Me puse de pie y miré la indumentaria que tenía puesta, era el uniforme de un soldado romano con una pesada herradura sobre mis hombros, en el interior tenía una túnica roja de mangas largas. Miré deslumbrado detrás de mí y de repente apareció una fantástica escalera de cristal que subía al cielo, me sentí sugestionado y deslumbrado hasta que comencé a caminar a las escaleras, pero repentinamente, cuatro mujeres jóvenes vestidas de fucsia emergieron de la luz con frondosos vestidos brillantes, aquellos delicados rostros de belleza se irradiaron cuando las jóvenes se juntaron de las manos y bajaron las escaleras.

¿Quiénes son ellas? ×Pensé, ofuscadoØ, las mujeres se acercaron con una hermosa sonrisa y una de ellas acarició mi hombro. Súbitamente, apareció una niña sonriente vestida de ángel con cabello castaño y de ojos café.

– ¡Bienvenido al Paraíso del Olimpo! –Prorrumpió la mujer más adulta–. Han pasado muchos años en lo que esperé éste momento, ahora sé que podrás compartir conmigo toda la eternidad que pudimos haber perdido, no te vi crecer como quise hacerlo... Pero, ahora quiero estar para siempre a tu lado y cuidarte de la maldad que ya no existe.

El rostro de la mujer tenía un gran parecido al de la niña, pero su voz me devolvía el aliento al escuchar aquellas dulces palabras que expresaba.

– ¿Quién eres? –Le pregunté, confundido–, no recuerdo haberte visto antes.

La mujer lloró y puso sus manos sobre mis hombros, me miró con felicidad y me lanzó un abrazo.

– ¡Soy tu madre! –Clamó, llorosamente–, estuve contigo todo el tiempo, aunque te sea difícil de creerlo, antes y después de llegar a Pléyades te acompañé en tus momentos más tristes y felices. Hijo, nunca te dejé solo desde que me fui de tu lado, incluso desde que vivías con tu despiadado padre hice lo que pude para salvarte.

En aquel momento de conmoción quedé petrificado con lo que escuchaba, estaba procesando mis sentimientos cuando se encontraron en una colisión de amor y nostalgia.

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora