Capítulo 24. El lado oscuro de Aradia.

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"Mis discípulos murieron en las garras de los verdugos, mi reino tembló y se derrumbó con el terremoto de la envidia y del egoísmo."

  Me sentía como nuevo, me levanté un poco quejumbroso y me puse la túnica. Podía respirar el aroma del éxito, estaba listo para huir con Aradia muy lejos de Memphis.

– ¡Carajo! –Bramó Aradia–, ¿Qué huele tan mal?

– ¿A qué crees que huele? –Repliqué–.

– ¡Es esa túnica! –Señaló Aradia–, huele a hombre sudado, a la vez huele a mierda de caballo.

– ¿Qué demonios hablas? ¡No huelo nada! –Bramé mientras olfateaba la túnica–, no hay ningún olor pestilente.

– ¡Por supuesto! –Añadió–, es tu sudor y no puedes olerlo.

– ¡Qué asco! –Rugí después de inhalar el fétido olor–, sé de quién es este asqueroso olor.

– ¿Acaso es que compartes tu vestimenta con alguien más? –Preguntó ella mordazmente–

– ¡No! –Respondí asqueado–, esta es la pudrición que Alfred emana, no quiero llevarla puesta.

Tuve un mal recuerdo cuando Alfred estaba danzando con la túnica, no quería llevarla puesta porque sentía aversión contra esos hombres.

– ¿Quién es Alfred? –Preguntó Aradia–, mejor quédate con la túnica puesta hasta que encontremos algo mejor.

– Es el verdugo principal que trabaja para el Monarca, Orión. –Respondí amargamente–.

– Ya no piense en esos cerdos degenerados, –dijo ella–, ¿Desde cuándo no te bañas?

– Desde ayer, creo –respondí evocando mis recuerdos–. No recuerdo muy bien, ni sé con exactitud que hice ayer, no he descansado en casi 3 días.

– ¡Eso no importa en Pléyades! –Exclamó ella con impudor–, estamos en la edad media, todos apestan a orina, a mierda, y a basura.

– ¡Oh, qué asco! –Rugí con un sentimiento de nauseas–, ¿Me estás diciendo que no te has duchado?

– UPS, pues... No, no me he bañado por varias semanas, –contestó humorísticamente–.

– Creo que tú eres la que huele a verdugo, –murmuré lanzando una mirada de suspicacia–.

– Y tú te dejaste tocar el trasero por un borracho, –replicó irónicamente–.

– ¡Jajajaja, él ni siquiera bebé alcohol! –Resoné la garganta con lágrimas que surgieron de la risa–.

– Me importa una verga de verdugo, –dijo Aradia–, es hora de irnos, que bueno que todos se escondieron como animales.

– ¿Piensas que nos hayan visto? –Pregunté mientras circunvalaba el sitio con la mirada nerviosa–.

– ¡No! –Respondió con un resoplido–, no seas tan dramático y larguémonos, ¡Vámonos a conocer el mundo sin miedo! –Gritó alegremente–, sólo nosotros dos contra el desconocido universo.

Aradia comenzó a saltar de la emoción, de costumbre le encantaba bailar y reírse cuando la vida no tenía ningún sentido. Ella me haló del brazo y me empujó hacia delante, yo estaba incómodo y nervioso pensando en que alguien me capturaría, no quería que alguien le hiciera daño a mi vieja amiga, aparte de mí, era lo único que me quedaba.

– Quiero ir contigo a la playa, –dijo Aradia con emoción–, estoy segura que me recordará a la antigua ballena que eras desde niño.

– Nunca he estado en una playa de Pléyades, –dije en voz baja mientras la imaginaba–, creo que me encantaría ir para nadar como...

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora