Capítulo 22. El Apocalipsis de la Profecía.

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"He aquí mi nuevo respiro, conquistaré continentes perdidos después de cruzar el tormentoso océano."

 En el crepúsculo del viernes 13 de octubre eran exactamente las 06:06:06, de pronto, un enorme terremoto sacudió la región de Memphis-Núremberg ocasionando estragos en los pueblos. El sismo rompió la carretera principal junto al derrumbe de cientos de casas, gran número de personas murieron aplastadas por sus hogares cuando el terremoto los abatió, el gran impacto del sismo generó espasmos sobre las personas cuando sentía los brincos del suelo.

– ¡Vámonos! ¡Rápido! –Gritó Orión– ¡Abandonen el área! ¡Apresúrense!

Orión padecía una terrible crisis nerviosa, los estridentes ruidos de la multitud generaba pánico para los inquisidores. Desde la plataforma se observaba los derrumbes, la gente se enloquecía y corría sin rumbo.

– ¡Muévanse! –Exclamó Adolf–. El estrado está derrumbándose, ¡Bajen! ¡Bajen rápido! ¡Por favor! ¡Corran!

Adolf se tropezó con los escombros del suelo, el estrado estaba comenzando a derribarse. Hounsfield se estrelló con Anaximandro y juntos cayeron al suelo.

– ¡Quítate! ¡Muévete! ¡Levántate! –Clamó Hounsfield, aterrado–, la maldición ha llegado, este será nuestro fin.

Anaximandro se levantó de inmediato y le tendió su mano a Hounsfield para ayudarlo. Todos los hombres bajaron del estrado, el sismo todavía se mantenía firme con atronadores bramidos que sonaban desde el piso.

– ¡No puedo ser! –Bramó Orión, boquiabierto– ¿Qué es eso?

Los hombres se detuvieron atónitos, Orión estaba sorprendido y horrorizado con lo que vio venir de la lejanía. Leonardo abrió la boca con pasmo y la tapó con su mano, Alfred colocó las manos sobre su cabeza y se reclinó exhausto, todo se había convertido en una catástrofe bíblica, los gemidos y gritos de la gente aturdían los oídos de Anaximandro cuando intentaba concentrarse.

– ¡Noooo! ¡Noooo, esto no! –Berreó Israel– ¡Esto no puede sucedeeer! ¡Hemos sido abandonados!

¿Qué habían visto los hombres? ¿Por qué estaban tan asombrados? ¡Pues! Memphis estaba siendo invadida por una plaga de langostas, escorpiones, serpientes, ratas, moscas y tarántulas. Los reptiles, roedores, e insectos, estaban volando y arrastrándose por los suelos de Memphis, la gente estaba petrificada del miedo buscando lugares para esconderse.

– ¡Es la profecía! –Sollozó Arrhenius–. Memphis desaparecerá en cuestiones de minutos, debemos irnos, vámonos, no se queden petrificados ¡Apúrense!

Los hombres estaban aturdidos y amedrentados, parecían estar sordos con lo que Arrhenius le insistía. Adolf reaccionó frenéticamente y empujó a los profetas, nadie comprendía lo que veía hasta que decidieron huir antes de que fuese más tarde.

– ¡Sí! ¡Sí! –Concordó Orión– ¡A la carroza! ¡Váyanse, no dejen a sus caballos! ¡Nos vemos en Núremberg!

Orión estaba apresurado, su mayor miedo era morir fuera de su castillo. Anaximandro, Adolf, Alfred, Hounsfield e Israel se subieron en la carroza con Orión, mientras que Arrhenius, Mathew y Leonardo, se fueron a Núremberg en sus caballos.

Los Scrooket habían desaparecido entre la multitud, pensé que habían muerto con la catástrofe. Desde la cruz observaba con quietud a las personas horripiladas, ruidos, gritos y lamentos, ¿Esa es Verónica? Mi impresión fue confortadora e inalterable cuando vi a la chica arrastrándose en el suelo, Verónica, la hermana de Cesar estaba siendo pisoteada por la multitud de personas que corrían como una manada de jabalíes, las extremidades de Verónica estaban trituradas y ensangrentadas por el aplastamiento, la chica estaba llorando y gritando sin poder ser escuchada mientras moría, los huesos de su pierna derecha estaban expuestos y sobresaliendo entre la carne rasgada.

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Where stories live. Discover now