Capítulo 13. La Consagración Satánica.

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"Soy fuego y oscuridad, ningún profeta destruirá mi reino con falsos oráculos que hagan temblar a mi castillo."

Cuando terminé de leer y analizar la vida de Balam, regresó el misterioso ardor en mi piel que iba desde la cabeza hasta los pies, parecía un hormigueo en mi estómago que hacía latir más rápido mi corazón. Procesaba una confusa conexión con el Monarca, en lugar de miedo o asombro, simplemente, sentía una oscuridad que crecía dentro de mí con cada respiración.

Era un hechizo diabólico que me encantaba en la perdición, de momento imaginaba como sería vivir en una oscuridad colosal que me perdiera en ella. Crecía una satisfacción interna que cambiaba mi forma de pensar y razonar, dejaba de ser un hombre cristiano y fiel al salvador de mi vida, dentro de mí fluía una oscura bruma que se extendía con el oxígeno de mis pulmones, podía saborear cada gota de maldad que regaba de mi lengua, mi espíritu se ensombrecía como un eclipse sangriento con toda la sangre que derramé.

El sudor caía de mi frente regándose con las bondades quiméricas y venenosas, mi ego se hacía más afilado e incisivo para atacar con la vanidad y la aversión que me apartaban de maldiciones vanas. La pasión y la lujuria se juntaron para desechar el miedo de mi verdad, en todo mi dominio podía nacer otra vez en el calor y la tragedia, sintiéndome como el Sultán de la verdadera vida que siempre busqué, enloquecía de ira y poder cuando el éxito me enaltecía con la superación.

Daba un paso atrás con un profundo respiro mientras mantenía ambas manos en mi pecho, sentía los veloces latidos de mi corazón cuando las 18 velas de la lápida se cayeron una por una. Cuando me incline para colocarlas en su sitio, escuché que todas las velas del templo cayeron al suelo, con un gesto de extrañeza me levante y giré para observar las otras lapidas, ya no sentía terror, no sentía asombro, ni siquiera desesperación.

Los ataúdes en donde descansaban los reyes quedaron vacíos, cada uno de los que estaban embalsamados se levantaron y se ordenaron en una larga fila hasta la entrada. Con una vela en sus manos comenzaron a desfilar en línea recta, sus rostros eran pálidos y mortecinos, cuando abrían sus ojos se observaba un color grisáceo que brillaba en ellos, de repente, todos comenzaron a inclinarse ante mí con un canto coral eclesiástico; estaba confundido y deslumbrado, no tenía la menor idea de por qué ellos se inclinaban con la mirada en alto.

Recíprocamente, señalaron a la tumba de Balam y se lanzaron al suelo con las velas en sus bocas, de pronto, una sombra alta y oscura se apoderó del templo con lucimiento. Se transmutaba en la imagen de un hombre alto con cornamenta, por un momento, la necrópolis quedó en oscuridad cuando las velas de los reyes se apagaron, súbitamente, una ráfaga de aire caliente salió con mucha fuerza de la tumba de Balam, mis heridas desaparecieron enigmáticamente cuando el torbellino de aire descendió la fuerza, todas las velas se encendieron y los reyes se pusieron de pie ante mí cuando la luz reanudó, tenuemente, el silencio se había apoderado en la totalidad del templo cuando alguien me habló.

– Bienvenido a mi abadía. –Susurró voz del caprino en mi oído–.

Me quedé inmóvil al escuchar a aquella voz de cerca, cerré los ojos y no me di la vuelta.

– ¿Tú? –Pregunte mi voz temblorosa–, ¿Tú eres?

– ¡Miradme! –Exclamó la voz detrás de mí–, ¡No temas de mí!

Giré con lentitud hasta que me petrifiqué.

– ¡Balam! –Grité, atónito–, tú eres Balam.

– Todo este tiempo lo fui, hijo mío. –Explicó él–.

– ¡No puedo creerlo! –Vociferé, boquiabierto–, esto no es cierto...

𝐏𝐋𝐄́𝐘𝐀𝐃𝐄𝐒 𝟭 (𝕯𝖊𝖑𝖚𝖝𝖊 𝖊𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓)Where stories live. Discover now