4.

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Reign empujaba el carrito de la compra por el pasillo de galletas del supermercado. Chloe iba sentada en aquel asiento del carro frente a su madre, girándose para ver todas las clases de galletas y chucherías que había en las estanterías.

Siempre hacía la compra por internet y esperaba que se la trajeran a casa, pero con la lluvia que había caído en los últimos días, las carreteras que comunicaban con Gloucester estaban cortadas debido a las inundaciones.

Era extraño ver a Reign vestida de calle, con unos jeans y un jersey azul eléctrico. Todo el mundo tenía esa imagen de la sheriff, la del uniforme impoluto, por lo que chocaba verla así.

—Mamá, ¿podemos compar eso...? —Señaló Chloe un tipo de galletas con chocolate en forma de dinosaurios. Reign, con el ceño fruncido y el gesto serio, alcanzó el paquete de galletas del estante.

—Si te compro esto, ya no hay más chuches. ¿Estás segura de que quieres estas? —Reign observó el paquete y luego llevó los ojos hasta su hija, que asentía con las manitas agarradas al carro.

—Sí, mami —decía Chloe, ansiosa, estirando su mano para coger el paquete de galletas que tenía su madre en las manos.

A pesar de ser tan seria y no querer darle demasiado afecto a Chloe, Reign se lo permitía casi todo a la pequeña. Si Chloe quería una muñeca, Reign le decía que no, que debía recoger su habitación después de jugar y nunca lo hacía. Chloe comenzaba a recoger la habitación y al cabo de unos días, Reign le traía la muñeca que había pedido.

El carro de Reign chocó con otro al doblar la esquina hacia la zona de las conservas. Rachel llevaba algunas cosas en el carro, tampoco mucho, un par de verduras y un paquete de botellas de agua.

—Hey, hola, ¡qué sorpresa! —Exclamó la profesora con alegría, saludando a su alumna con la mano—. ¿Has hecho ya la tarea que puse hoy? —Chloe puso la cabeza gacha, dejando ver solo sus dos colitas con aquellos coleteros rosas con dos bolitas a los lados.

—No, seño, o sento...

—No pasa nada, tienes dos días más para hacerlo. —Rachel estiró la mano para acariciarle la mejilla, a la vez que miraba a Reign—. Buenas tardes, sheriff. No esperaba verla haciendo la compra.

—Y nunca hago la compra —corroboró su pensamiento—. Pero las comunicaciones con el pueblo están cortadas y necesito comprar para esta noche.

—¿Esta noche? ¿Qué pasa esta noche? —Preguntó Rachel, curiosa, aunque inmediatamente se arrepintió por su insistencia. No quería parecer entrometida.

—Que hoy... Hoy jega el baloncesto —respondió Chloe, moviendo las piernecitas en el carro—. A mamá le guta comer ceveza mientas ve balones.

—Chloe, tenemos que hablar seriamente sobre la imagen que tienes de mí —reprendió Reign con el gesto duro y serio.

—No seas tan dura con ella, sé lo que quiere decir. Los niños a esa edad aún no saben expresar muy bien los conceptos que quieren comunicar —explicó la profesora, gesticulando con las manos—. Quería decir que ves el baloncesto tomándote algo, ¿no?

—Efectivamente.

—¿Y de qué equipo eres? —Reign no se esperaba aquella pregunta tan directa. Normalmente, ella solo era la sheriff por la que nadie se preocupaba, parecía que ella no tenía vida después del trabajo, y por primera vez alguien se concienciaba de que Reign también era persona.

—De los Celtics.

—Seño ¿vene? Comemos piza —dijo Chloe. Reign apoyó los codos en el carro y metió las manos por su corto pelo, negando levemente.

heridas abiertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora