22.

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La mirada de Reign se centraba en la figura diminuta de su hija jugando en la alfombra del salón con sus primos. Le gustaba que se comunicase en sueco con ellos, que aprendiese las tradiciones que ella vivió de pequeña. Al fin y al cabo, era su hija.

Deberías hablar con Rachel —aconsejó su hermana, sacando la bandeja de rollos de canela del horno—. Probablemente se sienta mal por lo que dijo. Pobrecita.

¿Pobrecita? Soy tu hermana, podrías apoyarme a mí, al menos por esta vez —respondió con un gruñido la sheriff, sentándose en la mesa de la cocina de mala gana.

Cariño, yo te apoyo. Pero en cualquier relación, ya sea de amor o amistad, hay que tener diálogo.

La hermana mayor puso un paño por encima de los dulces y se sentó frente a su hermana pequeña, tomando su taza de chocolate entre las manos.

No voy a hablar con ella. Me ha hecho daño, tiene que venir ella a hablar conmigo.

Camille tomó aire y respiró profundamente, a la vez que se llevaba la taza a los labios.

Eres exactamente igual que papá. Por eso discutíais tanto, porque érais los dos igual de tozudos, tercos y cabezones. Tienes que dar tu brazo a torcer en alguna ocasión, Reign.

Su hermana llevaba razón, como una de tantas veces, pero se le hacía tan duro aceptar el consejo de los demás que ni siquiera respondió.

*

Chloe jugaba con el bote de champú en forma de cocodrilo mientras su madre le enjabonaba el pelo. Lo sumergía en el agua para llenarlo hasta arriba, y luego lo volcaba todo de nuevo en la bañera. Le divertía ver caer aquel chorrito de agua, y observar la espuma que formaba al final, haciendo que los demás juguetes se tambalearan en la superficie de espuma.

—¿Qué has hecho hoy en el cole?

—Un bibujo de un pavo vede y rosa.

—Esos son colores muy bonitos. A ver, cierra los ojos y tápatelos con las manos.

La pequeña apretó los ojos y se puso las manitas sobre ellos, sintiendo cómo el agua le caía encima como un torrente que la arrastraba. Reign llenó otro cubo de agua de la bañera y volvió a echárselo por encima a la niña, que soltaba carcajadas de diversión.

La secó y le puso ese pijama amarillo con dibujos de patitos que tanto le gustaba a la pequeña. Le preparó unos fingers de pollo, que Rachel le había enseñado a hacer, junto a crema de verduras. Eso sí, a Chloe le costaba mucho comerse esa crema, aunque poco a poco, mientras veía los dibujos en la pantalla grande, consiguió comérselo todo.

Cuando la tumbó en la cama, ya casi dormida, sintió la mano de su hija agarrarla de la camisa, esperando que se quedase con ella un poco más.

*

Rachel vivía tan estresada pensando en la vida de los demás, que jamás se había dado un momento para sí misma. Se sirvió una copa de vino y fue decidida a tomarse un buen baño con sales y mucha espuma. Pero por mucho que quisiese relajarse, las imágenes de esa pelea seguían atormentándola, y lo peor no era la pelea, era lo que no le había dicho.

La música, que sonaba tenue inundando el baño, acompañaba a Rachel en sus pensamientos. En el olor de la camisa del uniforme de Reign, que aunque apenas estaba cerca de su cuello, podía olerse a escasa distancia; en la forma en la que sus dedos jugaba con el bolígrafo que sostenía entre sus manos mientras hablaba con ella; en la manía que tenía de ponerle la mano en la mitad de la espalda para dejarla pasar primero; en la variedad cromática de sus ojos azules, que en las horas más tempranas de la mañana eran de un azul marino intenso, y que por la tarde se clareaban, y su pelo rubio, que con el contacto de la gomina se volvía de un tono casi castaño, pero cuando lo llevaba ondulado, casual e informal, era de un rubio casi blanco.

La imagen de Reign era la perdición para Rachel. Su voz raspada, la camisa del uniforme de manga corta que se ajustaba a sus brazos, sus ojos azules y afilados, el pelo perfectamente peinado con gomina eran el complemento perfecto a una personalidad que la atraía hasta tal punto, que tan solo oír su voz le era suficiente.

El sonido del teléfono la sacó de aquel trance que la estaba sumergiendo poco a poco en el agua. Miró el teléfono y vio un mensaje de Reign.

Reign: Voy mañana.

Rachel: ¿Dónde?

Reign: A tu casa, por Acción de Gracias.

Rachel: Está bien.

Rachel: ¿Siques enfadada conmigo?

...

...

Reign: No me gusta hablar las cosas por mensajes. Mañana, si quieres, hablamos.

Rachel pensó qué contestarle. No quería sonar borde, pero tampoco muy alegre, como si todo fuese normal.

Rachel: Está bien. Nos vemos.

heridas abiertasWhere stories live. Discover now