14.

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Reign tomó su chaquetón y salió junto a Rachel de la comisaría. No dijeron nada, solo caminaron por las calles del pueblo mojadas y frías a causa de la lluvia otoñal que se cernía sobre Gloucester. Rodearon la rotonda con la figura del pescador a manos de un timón que representaba la tradición pesquera del pueblo.

—Quería darte las gracias por los dulces que hiciste el otro día —confesó Reign para romper el hielo.

No era la persona más indicada para mantener una conversación distendida, pero veía a Rachel cabizbaja.

—Son solo dulces —dijo alzando los hombros.

Rachel se esforzaba en quitarle valor a aquello, pero Reign sacudió la cabeza con las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta.

—Los haces igual que en Suecia y me recuerda a los que hacía mi madre. Me sentí como... En casa.

Rachel aminoró la marcha y achicó los ojos, mirando a la agente como si hubiese dicho algo que no le cuadraba del todo.

—¿Qué tiene que ver Suecia aquí?

Reign apretó los labios y alzó los hombros, como si diera por hecho que todo el mundo lo sabía. Se llamaba Andersson de apellido, quizás eso era una pista.

—Soy sueca.

—¡Oh...! —Exclamó con sorpresa, soltando una risa al final—. Eso explica muchas cosas —añadió bajando la cabeza al suelo.

—¿Qué cosas explica eso?

—Pues, por ejemplo, tu altura. Eres altísima, debes medir, por lo menos... Uno noventa. Además, tu pelo, eres rubia. ¿Los ojos azules? También lo explica.

Hizo una pausa para tomar una gran bocanada de aire, como si la necesitase para explicar lo que iba a decir.

—Y que seas tan seria también lo explica.

Reign torció los labios sin saber qué contestar, así que alzó los hombros, como si no pudiese hacer nada para cambiar sus raíces.

La realidad era que el cambio de Suecia a Estados Unidos fue bastante duro. Allí también vivían en un pueblo pesquero, aunque mucho más pobre que Gloucester. Tanto era así, que tuvieron que emigrar a América.

Con trece años, sus padres, su hermana y ella hicieron las maletas y se trasladaron a Gloucester, otro pueblo pesquero, para que su padre pudiese trabajar allí. Pasados los años, su hermana volvió a Suecia, donde se afincó con su marido y ahora tiene tres hijos.

Las dos pararon en el colegio, donde se suponía que Reign debía recoger a su hija, pero Chloe estaba agarrada de la mano de otra niña, su mejor amiga Nancy.

—Sheriff, qué alegría verla —dijo la señora Ridell, madre de Nancy, sonriendo de oreja a oreja—. Quería invitar a Chloe a comer a casa, ¿podría ser? Nancy y ella son muy amigas desde hace un tiempo y mi hija quiere invitarla.

La agente miró a Rachel, que se situaba detrás de la señora Ridell, y esta asintió con vehemencia para decirle que la dejase ir.

Reign suspiró, se puso de cuclillas delante de Chloe y la miró con los labios apretados.

¿Ti? Po fa.

Fue lo único que la pequeña dijo en voz baja, con los ojos apenados y mirando al suelo.

—Si me das un abrazo dejo que vayas —le dijo al oído.

La pequeña soltó la mano de su amiga y buscó refugio en los brazos de su madre, lo que para ella era un abrazo porque no podía abarcar la amplitud de la agente.

heridas abiertasWhere stories live. Discover now