10.

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El único consuelo que Rachel encontraba era entre los brazos de Reign. Ella tenía asumida la muerte de su madre, pero en unos años, no ahora, no de esa manera.

Lo que terminaba por romperla y destrozarla en pedazos era que aquella misma mañana su madre había tenido un ligero momento de lucidez y la había recordado por primera vez en meses.

Sus manos temblaban, y cada vez que intentaba tranquilizarse volvía a llorar, porque ahora sí estaba sola. Su padre las abandonó, perdió a su hijo y ahora a su madre. Debía preparar ahora comida para recibir a familiares que no quisieron saber de ella desde que enfermó, debía preparar un funeral y Rachel no tenía fuerzas ni para levantarse de la silla en la que estaba.

Reign daba vueltas por la sala con las manos en los bolsillos del pantalón, y algunos familiares ajenos miraban a la sheriff como si en aquella sala hubiese ocurrido un asesinato.

—¿Quieres un café? —Le preguntó Reign, pero Rachel negaba sin poder parar de llorar.

Los familiares se acercaban a ella intentando consolarla, pero ella no quería ni levantar la cabeza para mirar a aquellos hipócritas. Su madre los habría echado a patadas de allí, pero no podía.

Cuando se acercó a ver el cuerpo de su madre, no pudo mirarlo más de dos segundos y volvió a sentarse en una de las sillas de la sala sin levantar la cabeza, simplemente escuchando la misa que se daba en honor de su madre.

La sheriff estaba en uno de los últimos asientos, porque en realidad, ella no era nadie allí, solo la madre de una alumna de Rachel. La miró salir sin decir nada, y después ya no la encontró. Después del funeral se perdió, recogió las cenizas de su madre, y ya no la encontró.

Reign fue a la Choza de los pescadores, el bar que había en el muelle del pueblo, y allí estaba ella. Tenía los ojos hinchados, pero sus lágrimas habían cesado, ahora tenía una copa en la mano. La agente se sentó a su lado sin decir nada, en silencio.

—Ponme un whiskey doble con hielo, por favor. —Reign se quitó la chaqueta del uniforme y la dejó en el taburete de al lado. Se desabrochó el último botón de la camisa y tomó el vaso de aquel whiskey y le dio un largo trago, del que se relamió.

—¿No me vas a preguntar como estoy? —Preguntó Rachel con la voz temblorosa, y Reign negó sin mirarla.

—Sé cómo estás, preguntártelo sólo te jodería más —respondió la sheriff, sin dirigirle la mirada. Ambas bebieron de sus bebidas y permanecieron en silencio, hasta que Rachel volvió a hablar con la voz rota.

—No quiero llorar más, no quiero tener este dolor. —Reign tomó su vaso y le dio otro largo sorbo al whiskey, que quemaba su garganta cada vez que pasaba. Dolor, qué palabra tan dura y corriente. Dolor, algo que Reign siempre había evitado.

—Yo perdí a mis padres hace ocho años. Mi padre murió en junio de un infarto, y en agosto me encontré a mi madre muerta en la cocina. —Reign hablaba sin que le temblase la voz con el vaso entre las manos y sin apartar la mirada de la vitrina de botellas y redes de pesca que tenía en frente—. Mi hermana mayor no vive aquí, así que estaba completamente sola. Conocí a una chica, y ella se convirtió en toda mi vida, teníamos mil planes, viajar a Bora Bora, vivir en las islas griegas, y de hecho nos casamos, pero yo entré en la marina. Nos veíamos poco, pero aparentemente seguíamos igual de enamoradas que siente, lo nuestro seguía adelante. Pero el día en que llegué a tierra, me llamó y me dijo que lo nuestro no podía seguir adelante porque había conocido a alguien. Un par de días después, me llamaron del hospital y me dijeron que ella había muerto en un accidente de tráfico. ¿Y sabes cuál fue la sorpresa? Que habían conseguido salvarle la vida a la niña de la que estaba embarazada. Perdí a mi mujer, y tenía a una niña prematura entre mis brazos que ni siquiera era mía. Así que cada vez que la miro, veo a su madre y al daño que me hizo, y no puedo ni abrazarla. —Su boca se quedó seca y se bebió el último sorbo de whiskey, señalando la copa para que el camarero le echase otra—. ¿Y sabes qué? No lloré nunca. Me lo tragué todo, y ahora estoy aquí sin sentir nada. Llora y siente el dolor, nunca dejarás de sentir pena por su ausencia, pero ese dolor punzante que tienes ahora en unos meses ya no estará.

heridas abiertasWhere stories live. Discover now