24.

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Despedirse de Chloe fue lo más duro que hizo en mucho tiempo. La cogió entre sus brazos, besó su cabecita y la abrazó durante diez minutos mientras veía los dibujos animados en televisión. Parecía no entender que su madre se iba por, al menos, un mes.

—¿Quieres que te traiga regalos cuando vuelva?

La pequeña asintió con vehemencia, poniéndose de pie sobre las rodillas de su madre.

—¿Te parece bien quedarte con la tía Camille?

No respondió a esa pregunta, solo permaneció mirando los dibujos en el regazo de su madre, hasta que empezó a quedarse dormida sobre ella, y supo que era hora de dejarla.

Subió hasta la habitación que Camille había preparado, la tumbó en la cama y se quedó de rodillas, observándola hasta que su respiración se hizo más pesada, y los los pequeños dedos se relajaron, soltando así su muñeco.

—Te quiero, peque.

*

La habitación de aquel hotel de Nueva York era fría, vacía e impersonal, aunque lo que sí tenía era unas buenas vistas y una buena carta de servicio de habitaciones.

Por alguna razón, al mirar el amanecer a través del ventanal del hotel, supo que algo no iba a salir como ella esperaba.

La oficina de policía de Nueva York tenía siete plantas, había gente abarrotando los cubículos, llamadas incesantes y gente corriendo por los pasillos. Era la antítesis de la comisaría de Gloucester, donde apenas eran seis agentes, dos plantas y las llamadas que entraban eran inofensivas.

Pero al contrario de lo que podría pensarse, nada alteraba a Reign. Sin nervios, con una templanza que impresionó hasta al inspector de policía.

—Usted debe ser la jefa de policía de Gloucester. Yo soy Will Hastings. He de decir que me la esperaba más...

Hizo un gesto con su mano, como si quisiese explicar algo desagradable pero no encontraba el modo.

—¿Paleta? ¿Pueblerina? ¿Hombre? ¿Es eso, Will? ¿Te esperabas un hombre? —Acuñó su compañera, pasando por detrás de mí—. Soy Marie, encantada.

—Encantada a ambos. Gracias por dejarme trabajar con ustedes. ¿Podríamos empezar?

—Por supuesto. La casa de Gregor Hemmings está en Queens, hemos visto, a través de las cámaras de seguridad de algunos comercios, que Sean Lockte seguía yendo al barrio hasta hace unos meses —apuntó Marie, mostrando en el ordenador las imágenes del coche a nombre de Gregor Hemmings aparcado y saliendo de él con una gorra que le tapaba la cara.

—Estamos a la espera de una orden de registro en esa casa. Por cierto, inspectora, muy buen trabajo.

Los primeros días en las oficinas de la policía fueron fáciles. Normalmente, el ambiente que rodeaba a Reign no la perturbaba. Podría irse a vivir a la selva amazónica y ella seguiría con su semblante serio, su tranquilidad impasible, sacando su vida adelante.

Cuando llegaba del colegio, su hermana siempre hacía que Chloe hablase con ella a través de Skype. Cenaba con ella, y hacía que le contase las cosas que había hecho durante ese día, que normalmente tenían mucho que ver con Rachel. Reía con Rachel, lloraba con Rachel, jugaba con Rachel y terminaba el día hablando de ella. Lo curioso era que Reign terminaba el día igual que su hija.

Había pasado una semana, y miraba el teléfono a todas horas esperando que Rachel hablase con ella, pero no fue así. El único mensaje que recibió fue un 'vuelve pronto' justo antes de que arrancase el tren que la llevaría hasta Nueva York.

heridas abiertasWhere stories live. Discover now