6.

2.1K 257 51
                                    

La comisaría, lejos de la seriedad y corrección que se suponía que debía haber, era el centro de rumores y chismes de todo el pueblo. Al conocer la mayoría de las vidas que habitaban en Gloucester, los cotilleos estaban a la orden del día, pero no solo con vecinos del pueblo, sino también con la propia sheriff.

—¿Habéis visto la forma en que se sienta Reign? —Comentaba uno de los agentes, Rashford.

Aquel hombre tenía siempre a Reign en su boca y sus pensamientos. Que una mujer fuese sheriff antes que él, destrozaba su masculinidad. Su masculinidad era tan frágil que, cada vez que la sheriff entraba por la puerta, rechinaba los dientes y apretaba los puños para contener la rabia. Lo peor no era eso, era que la mayoría de los hombres en aquella comisaría pensaban lo mismo y opinaban que ellos deberían ser sheriff antes que ella, cosa que con las mujeres no pasaba. Las mujeres estaban felices que alguien como ellas tomase el poder, los hombres, en cambio, tenían miedo de que una mujer les quitase el poder.

—Sí, se sienta como un tío —respondió otro de los agentes, José, que chocaba los puños con Rashford.

—¿Podéis dejar de criticar a vuestra jefa? —Replicó Hayley al pasar por al lado de aquellos dos para sentarse en su mesa. Los tres miraron a Reign a través de la ventana de su despacho, donde, con gesto serio y la mano en la barbilla, miraba la pantalla de su ordenador.

—¡No la criticamos! Solo decimos que parece... —José movió las manos, queriendo dar a entender algo.

—Lesbiana... —Añadió Rashford en voz muy baja.

—Rash, no tienes huevos de preguntarle si es lesbiana —retó José a Rashford. El chico blanco se levantó de su silla, tendió la mano hasta José y asintió.

—Cincuenta dólares si lo hago.

—Hecho —aceptó José, estrechando su mano.

—Ojalá Reign os de un puñetazo, os lo merecéis —les reprendió otra agente, Lily, bufando al final de la frase—. A mí me parece una mujer atractiva.

—Anda, callaos ya, que viene ahí —intentó acallarlas José. Siempre trataban así a las mujeres de la comisaría, como si cada cosa que dijesen fuese una tontería, con paternalismo y superioridad, y Reign lo sabía.

Llevaba la chaqueta colgada del brazo, con su uniforme entallado, liso, con su placa colgada en el pecho, el semblante duro, sus labios apretados, peinada hacia un lado, dejando caer un mechón de su pelo rubio sobre su frente. Las facciones de Reign eran finos y afilados, cada vez que daba un paso su mandíbula se apretaba, como si estuviese en un constante estado de tensión y enfado.

—Eh... Sheriff. —En cuanto Rashford pronunció esas palabras, Reign giró el cuello tan bruscamente que daba miedo—. ¿Eres lesbiana? —Dijo sin pensar, porque si lo pensaba no lo haría.

La comisaría se quedó en silencio, todos se miraban entre sí. Los pasos de Reign resonaban en toda la comisaría mientras se acercaba a Rashford, que se había arrepentido de lo que había preguntado en el instante en que esa pregunta salió de sus labios. La sheriff deseaba darle un puñetazo en la cara a su agente, suspenderlo de empleo y sueldo e insultarlo de todas las maneras posibles.

—Sí —respondió Reign con los dientes apretados—. ¿Y usted es hetero, agente LaFont?

—S-Sí —titubeó, asintiendo.

—¿Y se lo has dicho a los de la comisaría, agente? —Rashford negó rápidamente—. ¿Por qué no? Tienes pinta de hetero, sí, míralo. —Reign le dio un toquecito en la cara a Rashford—. Seguro que eres un vicioso, un hetero vicioso. Eh, chicos, ¿sabíais que LaFont es hetero? ¿Os importa que sea hetero? —Hayley, Lily, Mary y Tracy, las agentes de aquella comisaría, evitaban reírse a carcajadas por aquello—. Por favor, chicas, no os riais. Ser hetero es normal, pero vamos, tampoco es para que lo vayáis diciendo por ahí. —Las chicas y, además, la señora Bennet, se desternillaban de la risa, pero los chicos no. José, Rashford y Henry permanecían totalmente serios—. Si yo no lo digo, tú no preguntas —reprendió Reign—. ¿Tú sabes la falta de educación que es eso? ¿¡EH!? —Gritó al final, haciendo que las risas se convirtiesen en un silencio sepulcral. Rashford se mantenía firme delante de ella, rígido, evitando temblar—. Una tontería más, Rashford, una más, y te vas a la puta calle. Tú, y los otros cuatro —dijo refiriéndose a sus compañeros hombres—. ¿Me habéis escuchado los cinco?

heridas abiertasUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum