5.

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Abortar siempre es difícil para una mujer. El aborto suele practicarse durante las primeras semanas de embarazo, cuando aún, eso que está en tu vientre, no es nada, no tiene vida, es solo un conjunto de células, pero el proceso por el que debes pasar, la mayoría de las veces tú sola, no es nada agradable.

Pero abortar un hijo que deseas, que has tenido dentro durante ocho meses, que has sentido sus patadas, has escuchado el latido de su corazón, al que habías llamado Jim y que ya tenías su ropa comprada, es desgarrador. El dolor de perder a un hijo nunca acaba, y mucho menos si tu hijo no había muerto por un aborto, a tu hijo lo habían matado.

Rachel permaneció inmóvil durante esos pocos segundos en los que todo el dolor le cruzó el pecho como un latigazo, pero su rostro permaneció inmóvil

—¿He dicho algo malo? —Reign frunció el ceño.

—No, para nada. —Rachel carraspeó y se giró para destapar el bol que contenía la masa. Rachel y Reign desviaron la mirada hasta la puerta de la cocina, donde Chloe esperaba saludándolas con la manita, sin saber si entrar.

—Hola... —Movió la manita la pequeña.

—Venga, vamos a hacer tu pizza. —Rachel extendió su mano, y la pequeña acudió corriendo con ella.

A la vez que estar rodeada de niños le hacía recordar aquél al que nunca pudo tener en brazos, era una caricia para su corazón. Los niños la reparaban un poco día a día, encontrar dulzura y cariño era difícil para Rachel, porque la única persona que podía dárselo, ya no se acordaba de ella.

Reign colocó una silla al lado de Rachel, y subió allí a Chloe, que no perdía ojo de lo que su profesora hacía. Rachel extendió la masa para hacer una pizza pequeña, y con una cuchara puso un poco de salsa marinara sobre la masa.

—¿Quieres extender la salsa tú?

—Síiiii quero.

Con la cuchara agarrada, Rachel puso la mano encima de la de Chloe y la guio para poder extender de esa forma la salsa de forma uniforme por la masa hasta los bordes. Luego, esparcieron juntas el queso. A la pequeña le apetecía más comerse varias tiras de queso rallado que echarlo sobre la masa, así que acabó haciéndolo Rachel, y finalmente puso unas cuantas lonchas de pepperoni para acabar, y la pequeña volvió al salón.

—¿Quieres hacerla conmigo? —Preguntó la profesora, extendiendo la masa más grande para preparar la pizza de Reign.

—No, no sé cocinar —replicó la sheriff. Rachel sonrió, cogiendo el bote de salsa marinara.

—Eres tan terca, Sheriff... —Pasó la cuchara por encima de la masa, esparciendo la salsa lentamente.

—No soy terca. Sólo quiero mi pizza. Eso quiero.

Rachel agachó la cabeza para poner esa mezcla de quesos encima de la salsa, negando levemente. Sabía que Reign no tenía esa intención, pero todo el mundo quería a Rachel para algo, ella era el medio para conseguir un fin, incluso si era una pizza.

—Lo siento. Las relaciones sociales no son mi fuerte —se disculpó la agente, frotándose la nuca con dureza.

—¿Y por qué no son tu fuerte? Deberían serlo, eres la sheriff, tienes que tratar con la gente.

Rachel miró a Reign, que no cambiaba su gesto. Ceño fruncido, como si viviese enfadada permanentemente.

—No trato con la gente, señorita Scott, eso lo hacen mis agentes. Yo comunico las muertes a sus familiares porque no tengo empatía. —Al decir aquello, Reign soltó una risa, observando cómo la joven metía la pizza en el horno. No le hacía gracia, en absoluto, más bien le parecía triste que la gente y ella misma pensasen eso.

heridas abiertasWhere stories live. Discover now