18.

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El café humeante impregnaba las paredes de la sala de profesores. Apenas tres maestros ocupaban la sala, cada uno en una de las tres mesas redondas que tenían para tomar café y preparar la clase siguiente. Rachel a veces escuchaba a los profesores de secundaria hablar de lo duro que era dar clase a adolescentes, no escuchaba tantas quejas de los profesores de primaria. Por su parte, ella no tenía ninguna queja, era una de las pocas privilegiadas que amaba su trabajo.

—Buenas, ¿es esta la sala de profesores?

La voz le sonaba familiar, pero no recordaba ninguna mujer con esa voz en los últimos años de su vida. Cuando se giró, vio el conocido rostro de su mejor amiga en la universidad, Sally.

—¿Rachel? ¿Qué haces aquí?

—¡Trabajo aquí!

Las muchachas se abrazaron después de ocho años de desconexión, y es que Sally no se podría llegar a imaginar la odisea por la que había pasado Rachel en aquellos años. Desde una relación de malos tratos a dos asesinatos; el de su hijo y el de su madre.

Se sentaron en una de las mesas y compartieron un café. Sally le confesó que había encontrado trabajo allí como profesora de infantil, porque la profesora del otro grupo se había dado de baja por maternidad. Le habló de sus novios, de sus encuentros casuales, de las peleas con su padre y de cómo había llegado a Gloucester.

Cuando llegó el momento en el que le preguntó a Rachel por su vida, permaneció con la boca abierta unos segundos, hasta que en la puerta apareció Reign, de nuevo con el gesto regio, su uniforme impecable y el pelo engominado.

—Buenos días, Rachel —saludó la sheriff.

Sally se giró hacia su amiga con el ceño fruncido.

—¿Qué has hecho para que la policía venga a buscarte?

El comentario de su amiga le hizo soltar una risa, pero rápidamente sacudió la cabeza.

—¿Qué te trae por aquí tan temprano?

Reign balbuceó por un momento y dio unos pasos dentro de la sala de profesores, mirando al suelo, esperando no hacer el ridículo en ese momento.

—Tengo la tarde libre porque Chloe va al curso de manualidades y luego a dormir a casa de Stacy. Me preguntaba si... Si ibas a estar por Boston al mediodía.

Rachel frunció el ceño con una risa confusa.

—No, no estaré en Boston hoy. ¿Por qué?

—Verás... —Comenzó a decir, humedeciéndose los labios—. Tengo estas entradas para ver a los Patriots, y dije, bueno, si estás por Boston y no tienes nada que hacer, podrías acompañarme.

Rachel se quedó en silencio, meditando su respuesta durante un segundo.

—O podrías preguntarme si quiero ir, ¿no? —Sugirió la profesora, sacando la lengua en un gesto divertido, que hizo sonreír a Reign en esa calma tensa en la que se sostenía.

Rachel agarró de la muñeca a la sheriff y la sacó de la sala de profesores para llevarla hasta su despacho, porque no le apetecía que todo el mundo se enterase de lo que hablaba con ella.

—Soy estúpida —se quejó en un susurro, apretándose el puente de la nariz—. Sé que no te gusta el fútbol y que, bueno, no estará Chloe así que no creo que quieras venir.

—Claro que quiero ir. Me alegra que nuestra relación vaya más allá de Chloe.

*

El gesto de la agente volvió a ser el mismo de siempre. Las cejas fruncidas, la mandíbula apretada y el semblante regio. En su cabeza aún revoloteaba el cuentro con la profesora hacía apenas unos minutos, pero en cuanto cruzaba los umbrales de la comisaría de policía, volvía a ser la Sheriff Anderson de Gloucester.

heridas abiertasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora