E.O11

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EPISODIO ONCE

¡Tiene que ser un ángel!

Mei se encontraba recostada en el sofá de la oficina del Kazekage, mientras Gaara completaba unos papeles demasiado concentrado como para darse cuenta de lo que fuera

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Mei se encontraba recostada en el sofá de la oficina del Kazekage, mientras Gaara completaba unos papeles demasiado concentrado como para darse cuenta de lo que fuera. El mes anterior, Tsunade la había enviado a Sunagakure como su representante, ya que un nuevo Kazekage había sido electo y se celebraría la ceremonia de asunción. Como la Hokage estaba demasiado ocupada como para abandonar su puesto, había decidido convertirla en su embajadora. Aunque Mei bastante bien sabía que la mujer se traía otras intenciones entre manos, creyéndose casamentera. No se quejaba, después de todo era la excusa perfecta para ver al pelirrojo.

Así que ahora, debido a sus tareas diplomáticas, nuevamente se encontraba en la Aldea de la Arena, discutiendo con Gaara temas referentes a los exámenes chūnin, los cuales celebrarían la dos Aldeas en conjunto esta ocasión. Sin embargo, parecía servir únicamente de adorno en la oficina, pues el pelirrojo estaba cubierto de papeles pendientes. Lo observaba disimuladamente por encima del libro que se encontraba leyendo, algo sobre medicina al cual —evidentemente— no le estaba prestando la mínima atención. Su mente parecía únicamente capaz de imaginar distintos escenarios con el chico, distintas salidas que podrían hacer juntos. Habían pasado ya cuatro meses desde que ambos se confesaron y compartieron su primer beso. Y, si bien habían tenido algún que otro besito entre actitudes avergonzadas, ninguno de los dos había sido capaz de dar el siguiente paso. Sí, habían salido unas cuantas veces en las denominadas citas, conociéndose aún más. Y Mei estaba segura que cada nueva cosa que descubría hacía que le gustara más. Pero no sabía qué podía hacer para llevar su relación al próximo nivel.

Un suspiro se escapó inconscientemente de los labios de la azabache, que utilizó su libro para golpearse suavemente la frente. «Concéntrate» pensó, mordiendo su labio buscando volver a la realidad. No obstante, aquel sonido captó la atención de Gaara, quien notó el extraño ánimo que rodeaba a su... ¿cómo debería clasificarla? Él no lo sabía. Así que notó el extraño humor que se cargaba la Uchiha.

—¿Todo en orden? —preguntó suavemente, algo preocupado por su evidente falta de ánimo, alternando su mirada entre la chica y los papeles que firmaba.

—Sí, yo... estaba pensando —murmuró distraída.

—¿En qué piensas?

Esta vez dejó de lado su trabajo para prestarle atención, así que Mei hizo lo mismo, dejando a un lado su libro. La chica no pudo evitar pensar que si estuviera con sus compañeros de equipo, Jun habría soltado un comentario como «¿tú piensas?». Sacudió fuertemente su cabeza, bajo la confundida y atenta mirada de Gaara. Era evidente que estaba un poco nerviosa, pues hasta sus pensamientos comenzaban a desvariar.

—No es nada —balbuceó, e infló su mejilla algo indecisa—. No, de hecho sí lo es.

El ceño de Gaara se frunció con confusión y Mei volvió a suspirar poniéndose de pie. Se acercó al chico y se apoyó en el escritorio, acercando su rostro al de él. El Kazekage se enderezó en su silla, atento a la chica.

—Me dijiste que te gusto, y yo te lo dije también. Pero desde entonces, nada ha cambiado. Entonces me preguntaba... ¿qué somos? Porque no encuentro una palabra para definirte actualmente.

Soltó todo de corrido, sin detenerse a pensar demasiado. No creía que fuera bueno si lo sopesaba demasiado, pues probablemente terminaría arrepintiéndose. Siempre había sido alguien directa y sincera, pero cuando se trataba de Gaara... Demonios, el miedo a cagarla la paralizaba.

Gaara se quedó unos minutos en silencio, provocando que Mei se pusiera cada vez más nerviosa y ansiosa. Ella necesitaba una respuesta. Y esperaba no haber ahuyentado al chico al confrontarlo de aquel modo.

—Entiendo... —Asintió levemente—. Si debo ser sincero, creo que todo este tiempo se sintió demasiado bueno para ser verdad —explicó, tratando de ser claro con lo que decía y poder hacerle entender a Mei su punto. Apretó un poco sus párpados, temeroso—. Tenía miedo de arruinarlo. Creí que si te presionaba echaría todo a perder.

—Pero, Gaara... —lo interrumpió, su voz sonando como un quejido—, tú no me presionas. Lo juro. Estamos yendo a nuestro ritmo, y lo entiendo si estás asustado.

—Yo creí... —Colocó su mano sobre la ajena, con un leve tono carmín en sus mejillas—, que alguien como tú, no querría enamorarse de alguien como yo —terminó de decir, manteniendo la mirada en sus ojos.

Ambos mantenían sus rostros serios, como era costumbre. Sin embargo, al oír aquello la expresión en el rostro de Mei se suavizó, y una pequeña sonrisa surcó sus labios.

—¿Alguien como tú? ¿Hablas de dulce, amable, atento, preocupado, compañero y más? —Enumeró todos sus atributos mientras mantenía arqueada una de sus cejas. Gaara sintió su corazón acelerarse al oírla—. Tienes razón, no quiero —declaró, sacudiendo levemente su cabeza.

—E-entiendo... —la interrumpió con un tartamudeo. Sus hombros cayeron y repentinamente sintió que perdía el aire.

—No me interrumpas, bobo. —Golpeó su frente con su dedo índice y medio, tal como Itachi solía hacer con ella y Sasuke cuando eran pequeños. Una pequeña sonrisa volvió a aparecer en sus labios, sonrisa que provocó que sus ojos se volvieran media lunas—. No quiero enamorarme de ti, porque ya lo estoy.

Los ojos de Gaara se abrieron exageradamente debido a la sorpresa, a la vez que llevaba su mano a la zona en su frente que ella había golpeado con cariño. Su corazón palpitaba con fuerza contra su pecho y sentía que miles de estrellas podrían salir a través de sus ojos. Mei se dio cuenta del cambio en la mirada del chico, así que no dudó en rodear su escritorio y agacharse hasta estar a su altura.

—Gaara... ¿serías mi novio? —Volvió a sonreír.

Gaara podía jurar que en ese instante había muerto, y un ángel era el que le sonreía. Era imposible que semejante cosa le estuviera sucediendo a él. Uchiha Mei no podía estar preguntándole aquello en ese momento, tan repentinamente.

Su mandíbula había caído debido a la impresión, y su cerebro parecía a punto de hacer corto circuito. ¿Aquello era real? Buscó las fuerzas y neuronas suficientes como para armar una oración coherente, pero todo lo que salía de sus labios eran tartamudeos. Hasta que finalmente logró pronunciar su respuesta.

—Sí... Yo sí... quiero, sí... —balbuceó.

Mei amplió su sonrisa, ahora completamente relajada, pues la parte difícil había pasado. Entonces, se acercó un poco más a Gaara y estampó sus labios contra los ajenos, besándolo delicadamente. Ambos cerraron sus ojos, disfrutando del contacto. Y Gaara se sintió perder la razón al sentirla tan... real.

𝗙𝗘𝗘𝗟 𝗧𝗛𝗘 𝗣𝗔𝗜𝗡 | GaaraWhere stories live. Discover now