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Feliz, feliz, feliz cumpleaños

Ni si quiera en mis dulces 17 recibo una maldita visita.

Giro la cabeza sobre mis hombros, comprobado que nadie me había seguido.

Trago saliva y hago un puño con mi mano, suspirando y tranquilizándome a mi misma a la vez que golpeaba la puerta con tres golpes suaves. Cuando esta es abierta, unas manos se apoderan de mi cintura, tirando de mí hacia dentro y cerrando la puerta. Sonrío y llevo alzo mis manos. Con la mano izquierda sostengo su mejilla y con la otra tiro del cabello de su nuca cuando nuestros labios se unen.

Él gruñe contra mi boca y yo me alejo para tomar aire. No veía absolutamente nada debido a la oscuridad que nos abrazaba en el aula de arte. Habíamos quedado aquí porque según mis cálculos, era la única clase que no poseía una cámara de seguridad.

Se aleja y corre la cortina de la ventana frente a la segunda mesa, dejando que ahora una tenue luz nos rodease.

Me aúpa y termino sentada en la mesa donde esta misma mañana había dibujado un florero, abriendo mis piernas para que Nico pudiese colarse entre ellas. Le pego más a mí y meto mis manos dentro de su camiseta a la vez que él aprieta uno de mis pechos sobre el jersey que me cubría.

El calor que sentía era claramente notorio y significativo, y eso le deje saber cada vez que sus manos paseaban sobre mi torso, cubierto únicamente por un jersey viejo que usaba para dormir. Él lo sabía, sabía cómo me hacía sentir y yo sabía lo que le hacía sentir. Y si me quedaba alguna duda, simplemente tenía que echar un vistazo a su parte inferior, cubierta por unos pantalones de deporte similares a los que yo llevaba.

― No puedo más, Bri. ― su voz es dura y ronca, cosa que yo amaba. Sonrío mientras absorbe mi cuello, con una mano bajo mi jersey. ― ¿Quieres?―

Llevaba queriendo esto desde hace casi un mes. Decidí dejar de lado la molestia que sentí y dejar paso al "disfrutar de la juventud", dando como resultado estos in fortuitos encuentros a las tres de la mañana en la sala de arte. Al principio solo era uno a la semana, luego se convirtieron en lo que son a día de hoy. Encuentros tres veces a la semana más el tiempo en el que nos vemos durante el día.

El caso es que estaba harta de los preliminares.

― ¿Lo has traído? ― la pregunta sale con dificultad de mi garganta pues estaba un poco nerviosa, y más aún lo estuve cuando veo el envoltorio violeta entre sus dedos. ― Vale.―

Sigo con la mirada el articulo lanzado sobre la mesa, con el corazón acelerado. Le miro, se acaba de bajar los pantalones y solo queda en ropa interior. Trago saliva, el cuádruple de nerviosa que antes. Alzo mi pelvis cuando tira de mi pantalón para sacarlo, cosa que hace sin dificultad. Trato de concentrarme cuando procede a abrir el preservativo para colocárselo, y justo en ese momento había perdido parte de las ganas que sentía. Evito mirar mientras se lo pone, sólo conectando nuestras miradas cuando se dispone a tirar también de mi ropa interior, acercándome más a él.

Ahora ya no estaba tan segura, no estaba tan cómoda, ¿pero por qué? Si todo estaba saliendo perfectamente.

Cierro los ojos y apoyo mi frente en su hombro cuando lo siento, odiando casi de inmediato esa postura. Mi respiración estaba irremediablemente acelerada, sentía dolor y me dolían los ojos de apretarlos tanto.

― Mierda. ― Nico se aleja de repente, sujetándome para que yo no cayese de bruces al suelo. ― Hay alguien, mira. ― con su cabeza señala la puerta, y es ahí cuando veo luz bajo ella.

Nico se quita eso y lo lanza a algún lugar, subiéndose su ropa interior al igual que yo. Le miro asustada pero no me tranquiliza que este igual que yo, por lo que procedo a correr de vuelta la cortina, dejándolo todo en oscuridad. Busca mi mano cuando llego hasta él, tirando de mí hacia la puerta.

INSTRUCTOR | Timothée Chalamet |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora