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Ejemplar

Esa noche no quise cenar, pero sufrí graves amenazas sobre cambiarme de colegio, por lo que tuve que hacerlo aunque no quisiese. Odié a Russo como nunca antes lo había hecho mientras que él disfrutaba de amenazarme y hacerme sufrir.

Quise escapar, pero vi la cantidad de fallas que tenía mi plan, así que sucumbí al llanto y a la desesperación.

Sentí rabia, impotencia, tristeza y pena hacia mi misma.
Entendí que no tenía salida, que esto era lo que el destino había seleccionado para mi durante este último año antes de mi mayoría de edad y que no podría cambiarlo. Él mandaba sobre mi como un padre en su hijo y yo no podía hacer nada más que aceptarlo.

Si él quería me sacaba del colegio, si quería me mandaba a otro lugar desconocido para mi y si quería también podría sacarme de allí cuando comenzase a sentirme feliz.
También podía encerrarme aquí sin salir y sin ver a nadie, así como podía sacarme del colegio para estar aislada del mundo en esta casa durante el resto del día.

Y debía de ser un poco inteligente si quería convivir con esto. Aunque le odiase, debía de ser consciente de que mi salud mental estaba en juego.

Después de haberme lavado la cara dos veces tratando de borrar los rastros del llanto de la noche anterior, pero los ojos rojos e hinchados me delataban igualmente. El dolor de cabeza estaba disminuyendo con el trascurso del tiempo, pero desde luego, llorar hasta quedarme dormida me esta matando.

Mientras bajo las escaleras mis manos empiezan a sudar. Ya ni si quiera siento enfado al ver la parte de abajo de la casa, sólo pena por verme en esta situación. Cuando llego al salón busco a Russo, quien sale en ese momento de la cocina y se frena al verme, ejerciendo un movimiento de cabeza tras eso.

― Buenos días. ― guardo silencio. ― Espero que hayas descansado, aunque me molesta que hayas dormido con esa ropa, está sucia y has ensuciado las sabanas. ― agacho la mirada hacia mi ropa, que es la misma que llevé todo el día de ayer. ― En fin, ven a desayunar.

Se da la vuelta y vuelve a la cocina, mientras que yo ruedo los ojos y aprieto mis manos en puños. Él me había dejado anoche, junto con la cena, una camiseta y unos pantalones que relacioné como suyos, y que por supuesto dejé en el suelo.

Decido entrar en la cocina, quedando alucinada por la extensión, las vistas y la decoración. Aparto la mirada y sigo sin comprender nada sobre la vida de esta persona, tomando asiento en la isla que hay en mitad del lugar, lo mismo que hace él después. Hay café, huevos, tostadas, bacon y zumo. Es un desayuno muy completo, más incluso que el que hay en el colegio, pero no tengo hambre.

Él comienza a desayunar mientras observa con total atención su teléfono móvil, como si estuviese solo en la cocina y yo fuese parte de la decoración del lugar. No me molesta del todo, pues yo no quería estar aquí ni desayunar con él, pero a la vez tenía que hablarle para intentar salvarme.

Trato de hablar pero no lo consigo. Trago saliva y me aferro al taburete, fijando mi mirada en el mármol de la isla, para luego respirar profundamente para mirarle.

― Una cosa... ― comienzo, logrando que su atención recaiga en mi. ― ¿Podemos hacer un trato?

― No has desayunado. ― apunta mi plato vacío. ― No pienso "tratar" nada contigo mientras eso siga así.

Me sirvo un vaso de zumo y agarro una tostada, buscando con la mirada la mermelada. La aplico sobre el pan y muerdo, tragando con velocidad a pesar de sentir que se me iba a rajar la garganta, por lo que termino bebiendo todo el zumo de golpe. Espero que solo un mordisco sea suficiente, y parece serlo de momento.

INSTRUCTOR | Timothée Chalamet |Where stories live. Discover now