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Volver a probar

Siempre me habían dicho que resultaba una persona muy ingenua a veces.

En cuanto el coche frena y se estaciona, haciendo saltar el seguro que me permite abrir la puerta, salgo a estampidas del vehículo de Russo.

Soy consciente de que me grita cuando ya he alcanzado una distancia considerable, pero no freno mi paso. Atravieso el estacionamiento del profesorado y corro lo que puedo, a intervalos caminando, hasta llegar a la puerta principal.

El vigilante que hay en el interior me frena cuando trato de acceder, revisando mi cara tras ver mi ropa manchada de sangre, tratando de mantenerme en el lugar mientras busca la forma de contactar con el director.

— Viene conmigo, no se preocupe.

Dejo de mirar al interior del lugar para fijarme en la puerta tras nosotros, por donde entra Russo mostrando su documentación. El vigilante la acepta y comienza una conversación con él que me resulta indiferente a la vez que idónea para escapar de la vergüenza que sentía, por lo que procedo a retirarme de la escena.

Le escucho llamarme pero yo ya me he introducido por los pasillos principales, luego a los secundarios y por último empiezo a subir las escaleras que me llevarían a la división de alas para poder ir, tomar una ducha y descansar por fin.

Ese momento en el coche había sido tan único...y escalofriante al mismo tiempo... O sea, es mi instructor, el segundo a cargo después del director, tiene siete años más que yo...¿en qué estaba pensando?

No podía deshacerme de la idea de que estaba riéndose de mi, burlándose de ver como después de tanta mierda que me había hecho pasar, de cómo me había humillado y cómo se había reído de mi y de mi situación...aún así yo había sucumbido a sus encantos.

— Idiota, idiota, idiota. — me digo en voz alta a mi misma, aprovechando que las escaleras que subía estaban vacías.

Ceso mi paso cuando una voz cargada de sorpresa y un cuerpo se interponen en mi camino. Frunzo el ceño y reconozco a Nico, quien está completamente asombrado de mi aspecto.

— ¿Qué te ha pasado? — saca sus manos de los bolsillos de su sudadera y toma mis manos, observando los puños de mi camiseta. — ¿Briana?

— Me reventó la nariz...de la presión. — termino por fruncir hasta yo el ceño, arrastrando mis manos para alejarlas de las suyas. — Estoy bien.

— No pareces bien. — ruedo los ojos y trato de idear una respuesta sarcástica, pero su mirada me deja helada, tal cual el azul de sus ojos. — Deberíamos hablar...¿no crees? — aprieta mis manos y yo me muero el labio interior.

Aún seguía sintiendo cosas por Nico. Ahora mismo tengo el estomago revuelto y comprimido, como si me hubiesen girado varias veces el intestino. Las manos me sudan y pienso demasiado todo antes de dejarlo salir de mi boca, con titubeos incluidos.

Pero ya he pasado por esto, no lo merezco de nuevo. ¿Qué necesidad tenía de volver a discutir y sufrir por lo mismo que semanas atrás?

Y aún así, soy incapaz de decirle que no quiero hablar con él, supongo que porque si que lo quería, pero no me hace falta decir nada.
Y no porque no quiera, sino porque soy interrumpida.

— No es hora de estar merodeando por los pasillos. — permanezco quieta en mi lugar, arrastrando por completo las manos y alejándolas de las suyas. — Cada uno a su ala, no pueden haber encuentros tras las ocho.

— Sólo estábamos hablando...

Nico trata de defendernos sin éxito, pues Russo chasquea la lengua.

INSTRUCTOR | Timothée Chalamet |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora