17. Abril, 2021

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Poco a poco aprendimos a entendernos. Pusimos en práctica los consejos de Samantha y nuestra comunicación mejoró. Seguíamos hablando a través de canciones pero también podíamos usar las palabras. Habíamos dejado de construir un muro cada vez que había un pequeño enfado.

El piso de Barcelona se nos empezaba a quedar pequeño, también lo compartíamos con Maria y Raquel, las dos mejores amigas de Anaju. Queríamos más intimidad, queríamos tener nuestro espacio y que no sólo fuese una pequeña habitación. Además cada vez pasábamos más tiempo en Madrid por trabajo, así que fue en abril de 2021 cuando cambiamos la ciudad condal por la capital.

Fue una época estresante pero bonita y que repetiría una y mil veces. Porqué ahí descubrí otra faceta de Anaju, también se le daba bien el interiorismo, ya había perdido la cuenta de todo lo que se le daba bien. Nos decidimos por un piso en el barrio de La Latina, faltaba amueblarlo y para lo que muchas parejas esto supondría otra crisis para mi fue un regalo.

Nuestras tardes en Ikea buscando muebles se convirtieron en mi pasatiempo favorito. Confíe ciegamente en ella y deje que amueblara nuestro hogar a su gusto, que también era el mío. Siempre me quedaba unos metros tras de ella observando como tomaba medidas de los muebles, me relajaba. Verla concentrada en algo por pequeña que fuese me relajaba. Anaju era y siempre ha sido paz para mi.

También me aficioné a ver como se recogía su larga melena con un lápiz, cada vez que le molestaba demasiado, para anotar que era lo que nos faltaba en nuestra casa. De tanto en cuanto ella se ocupaba de bajarme de la nube en la que estaba. A veces me guiñaba un ojo o me hacía alguna carantoña y yo solo era capaz de sonreírle como si fuera un adolescente que acababa de enamorarse por primera vez. En otras ocasiones me llamaba para que me acercase, porque echaba de menos mi contacto y yo iba y la abrazaba por la espalda dejando un beso en su nuca cada vez. Pero la mayoría de veces, ella simplemente me pedía mi opinión y yo sólo podía afirmar sin saber muy qué me preguntaba porque mi atención estaba perdida en su cuerpo, en sus gestos, en su delicadeza.

Adaptarnos a una convivencia en la que sólo estábamos nosotros dos no fue difícil. Es extraño pero Anaju era y es la única persona que conseguía que hubiese un poco de orden no sólo en mi armario pero también en mi vida. De nuestra época viviendo juntos recuerdo que me convertí en un maníaco de la limpieza, pero sólo lo hacía porque me encantaba ver su sonrisa cada vez que llegaba a casa y veía que todo estaba ordenadito y en su sitio.

Creo que 2021 fue nuestro mejor año, sin ninguna duda. A su lado maduré como persona. Era mejor persona por ella, aprendí a controlar mis instintos, que tantas veces me habían llevado por el camino equivocado. La convivencia nunca desgastó nuestra relación, si algo se nos daba bien a nosotros era entender cuáles eran los tiempos del otro. Nunca una discusión por pequeños roces del día a día acabó causando un problema mayor. Fue un año sin idas y venidas y parece ser que eso calmó a la prensa del corazón que dejaron de entrometerse en nuestra relación. Creyeron en nosotros igual que lo hacíamos Anaju y yo.

De ese piso guardo muchos buenos recuerdos. Aunque fue el piso donde nuestra relación terminó, la balanza siempre se inclina hacia los buenos momentos. El piso de La Latina fue nuestro lugar seguro durante mucho tiempo, nuestro rincón preferido, el lugar donde nos quedábamos escondidos de los focos todo el tiempo que queríamos.

Recuerdo la tarde de mayo donde empezamos a planear nuestro viaje a Tailandia. Nos sentamos los dos en el sofá recién comprado con el portátil delante. Me moría de la risa cada vez que Anaju entraba en pánico por todos los imprevistos que podían suceder, pero en el fondo admiraba su capacidad de organización. El viaje lo hicimos en noviembre de ese mismo año, antes de empezar nuestras respectivas giras.

Soy yoWhere stories live. Discover now