22. Agosto, 2025 (1)

743 52 6
                                    

Fue un año largo. Depués de girar por Sudamérica con Aitana, volví a Córdoba, a casa. Me alejé de los focos para volver a ser el de antes, para dejar la coraza atrás. Fue mi madre, mi superheroína, la primera con la que me atreví a hablar. Fue de las primeras personas que egoístamente aparte de mi vida, pero fue la primera que me recibió con brazos abiertos cuando volví a Córdoba.

Empecé a ir al psicólogo. Al principio solo se trataba de dejar atrás el miedo a expresarme con palabras, no sólo con canciones. Y poco a poco ese temor fue desapareciendo. Cuando estuve listo para hablar sobre mis pensamientos y mis emociones, esas sesiones se convirtieron en algo terapéutico. Juan, mi psicólogo, fue el primero en escuchar muchas de las cosas que hoy escribo. Cada sesión era un demonio menos, era yo recuperando mi sonrisa, mi confianza, mi autoestima. Así es como llegué a agosto de 2025, a el esperado reencuentro.

No nos habíamos reunido los 16 desde la final de nuestra edición y Samantha, no podía ser otra, pensó que sería una buena idea pasar una semana juntos en una casa rural de la sierra madrileña. A pesar de todos los conflictos por los que habíamos atravesado en los últimos cinco años, los 16 aceptamos a reunirnos todos juntos, porque al final éramos una familia, éramos hermanos. De sangre.

Yo que siempre me he hecho esperar, fui de los últimos en llegar a la casa donde nos íbamos a hospedar durante una semana. El trayecto en coche hasta el lugar lo recuerdo con nervios. Ni buenos, ni malos. Estaba nervioso por ver cómo estaba ella. Hacía poco más de un año que no hablaba con Anaju. Sólo sabía de ella a través del grupo de WhatsApp y de lo que contaban de ella en las revistas. Seguía soltera, igual que yo. Abrí las puertas de esa casa nervioso, ella había sido de las primeras en llegar. Ansiaba ese reencuentro, quería demostrarle que volvía a ser yo, quería que estuviese orgulloso de mí, pero no sabía cómo encararlo.

Entré a la casa, dejé mi maleta en la entrada, donde estaban todas las demás, crucé todas las estancias y me dirigí directamente al jardín, donde estaban todos reunidos. Los saludé a todos, dejándola a ella para el final. Con algunos fui más efusivo que con otros, pero la verdad es que presté poca atención, quería llegar a Anaju.

Cuando la tuve delante fui incapaz de articular palabra, ella tampoco lo fue. Nos quedamos paralizados unos segundos, mirándonos, observándonos hasta que nos fundimos en un cálido abrazo. Ella hundió su cabeza en mi cuello. Le besé y le acaricié el pelo. Seguimos abrazados hasta que ella se separó para poder hablar más cómodamente.

- Te he echado de menos - fue lo primero que me dijo.

- Y yo también, no te imaginas cuanto - dije mientras le cogía la mano para darle una vuelta y admirar esas curvas que tanto me excitaban. - Estás guapísima Ana Julieta.

- Y tú, tú como estás? - me preguntó mientras jugaba con mis manos.

- Yo, yo estoy mejor. Vuelvo a ser yo. Soy, soy yo, otra vez. - Volvimos a fundirnos en otro abrazo. Habíamos olvidado que el mundo existía. Esto era lo que pasaba cada vez que estábamos juntos, creábamos una burbuja que nos aislaba del mundo exterior. Y en esa burbuja olvidamos al resto de compañeros, que nos dejaron solos en el jardín.

- Nos han dejado solos - rio, señalando que solo éramos nosotros dos en el jardín.

- Ya solían hacerlo en la academia, cada vez que nos abrazábamos, por eso nos llamaban los anahug...

- O los limones - reímos recordando la debilidad que tenían nuestros fans por esa fruta amarilla y todo lo que significaba.

Seguimos un rato en silencio en el jardín, jugando con nuestras manos, sin atrevernos a entrelazar los dedos. No queríamos volver a la realidad. Pero volvimos, cuando Rafa nos interrumpió para ir a hacer el reparto de habitaciones.

- Ahora vamos! - grité mientras le hacía señas para que nos dejará solos. Anaju empezó a reírse. - Oye, yo solamente pido un poco de intimidad para el reencuentro con mi ex después de un año sin verla. - Definitivamente había vuelto. Era yo de nuevo. El kinki había vuelto.

- Suficiente intimidad por hoy, no? Venga tira pa' dentro chulito.

- Tiro, tiro pa' dentro - y ahora sí, entrelazamos nuestras manos mientras abandonábamos el jardín y nos dirigíamos al salón principal de la casa.

Nunca hubiese esperado ese reencuentro con Anaju, nunca hubiese esperado que ella estuviese tan receptiva después de nuestro final. No sabía las intenciones que tenía ella conmigo, sinceramente tampoco tenía claras cuáles eran las mías. Solo quería estar bien con ella, me daba igual cuál fuese la forma. Eso sí, había mucho tela aún por cortar entre nosotros. Habían muchas conversaciones pendientes. Tenía ganas de contarle todo lo que había callado durante tiempo, se lo merecía.

Soy yoWhere stories live. Discover now