19. 23 de Abril, 2022

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Sabía cuanto echaba de menos la que había sido su ciudad durante unos años. Desde que nos mudamos a Madrid, nuestras visitas a la ciudad condal se fueron reduciendo. Barcelona había sido nuestra casa durante un tiempo, pero entre nuestras giras y los nuevos proyectos cada vez era más díficil ir a hacer una pequeña visita a nuestra familia barcelonesa.

Decidí sorprenderla. El 23 de abril nos despertamos temprano. Más bien dicho la desperté temprano, porque ella no tenía ni idea de lo que iba a suceder. Nos sentamos a desayunar mientras Madrid aún dormía y los primeros rayos de sol empezaban a aparecer. Cogí una pequeña cajita que había preparado, cualquiera hubiese pensado que ahí dentro iba un anillo de compromiso, y es lo que debía parecer. Me arrodillé cómo si le fuese a pedir matrimonio pero solamente le pedí su confianza. Ella aceptó y me besó siguiendo con el juego, aún sin entender muy bien que sucedía. De la cajita saqué una venda y le vendé los ojos.

Con los ojos ya vendados salimos ya de casa. Nos esperaba un taxi en la puerta que nos llevó hasta el aeropuerto de Barajas. Pasamos todos los controles de seguridad, aunque nos miraban raro y se creían entre poco y nada cuando explicaba que todo era una sorpresa. Al final era ella la que tenía que aclarar que todo era una sorpresa y que para nada era un intento de secuestro. El vuelo era dirección Barcelona. Ese ere mi regalo, porque si eras una pareja enamorada, Barcelona era la ciudad en la que debías estar el 23 de abril.

Llegamos a las 12 del mediodía al aeropuerto del Prat donde una de sus amigas había dejado una Ducati de color rojo aparcada. Días antes Raquel, nuestra antigua compañera de piso, me había hecho llegar las llaves de la moto a las oficinas de Sony, no me las envió a casa porque era una sorpresa de la que Anaju no se podía enterar hasta el momento en que le quitase la venda.

Ese momento llegó en el párquing de el aeropuerto de el Prat, donde estaba aparcada la motocicleta. Le quité la venda, pero ella siguió sin reconocer donde nos encotrábamos, sin entender que estaba sucediendo, así que simplemente me limité a colocarle el casco. Seguí aguantando la intriga unos minutos más. Salimos del parking, ella estaba agarrada a mi espalada. Cuando vio las señales de tráfico que indicaban que estábamos a pocos quilómetros de Barcelona ella se agarró aun más fuerte a mi. El secreto se había desvelado y ella estaba encantada.

Aparcamos en una calle cercana a Plaça Catalunya. Del asiento de la moto saqué un par de gorras y un par de gafas de sol. Ese fue nuestro camuflaje durante el día, bueno ese, y el mar de gente que llenaba las calles más céntricas de Barcelona.

Fuimos bajando Las Ramblas poco a poco. Parando en cada librería y en cada floristería, ojeando miles de libros y oliendo todas las rosas. A mitad de día paramos en una pequeña pizzería a comer. Dejamos la marabunta de Las Ramblas y empezamos a callejear por el barrio del Raval. Paramos en una pequeña floristería donde cada uno nos regalamos una rosa. Seguimos callejeando por el Raval con las manos entrelazadas. Le robaba un beso en casi cada esquina. Poco a poco empezabamos a llegar a la estátua de Colón, donde nos esperaba la segunda sorpresa del día.

Nos esperaban Maria y Raquel para ir hasta el local donde se encontraban todos nuestros amigos de Barcelona. Todos menos uno, ese que a mí no me caía tan bien, ese que hoy se casaba con ella. No le dí a penas importancia, pero esa ausencia (causada por mí, evidentemente) acabaría causando algún que otro problema.

Pero en ese momento Anaju no se dio cuenta, o quiso hacer como no se daba cuenta, y me comió a besos cuando llegamos a ese local y vio que estaban ahí todos sus amigos del máster, del trabajo y todos aquellos que habíamos conocido después de OT.

Nuestro 23 de abril acabó en una de las suites del Hotel Vela con toda Barcelona a nuestros pies. Fue una noche de pasión, pero a la vez fue el principio del fin, sin tan siquiera darnos cuenta. Hablamos de nuestra experiencia en los conciertos, en las giras que nos habían llevado a recorrer algunas de las salas más importantes de España, por separado. Nos echábamos de menos y teníamos miedo no poder aguantar tanto tiempo separados en un futuro.

Soy yoWhere stories live. Discover now