III

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Capítulo III

Aire

No había sido problema llegar a ella, encontrarla. Solo era cuestión de preguntarle donde sería el siguiente partido. Hablar a la agencia de viajes, conseguir un vuelo bajo un seudónimo y la mayor discreción en el aeropuerto y hotel. Avisarle solo a su madre a donde iría y listo. Podía mirar a Lisa jugar en cualquier lado, era uno de sus mayores placeres que tenía desde hacía un año. No podía evitar viajar cuando tenía la oportunidad para observarla en persona.

Siempre se quedaba en la parte de arriba de las gradas, hasta el final para que nadie la notara. Entre menos se fijaran en ella, mejor.

Hacía tanto calor aquel día que eligió un atuendo descubierto, no le había agradado la idea pero necesitaba que su piel respirara un poco. Su cabello teñido de rubio plomo iba agarrado en una coleta alta. Oculto bajo una gorra blanca. Llevaba un short de mezclilla corto, a penas y cubrían una parte de sus largas piernas. Le amoldaba la pequeña cintura que tenía, su ombligo iba un poco descubierto por el top halter blanco Adidas que había elegido para estar fresca ese día.

No es que pudiese evitar las miradas de algunos posadas sobre su cuerpo, eso siempre pasaba, llevara lo que llevara. No era del otro mundo, estaba acostumbrada.

Consigo, Rosé, siempre portaba una pequeña bolsa, cruzando la correa larga por su torso y reposando en su cadera. Lo suficiente grande para guardar ahí su cartera, teléfono y una que otra golosina.

Se sentó en las gradas, acomodó los lentes negros que ocultaban su mirada y centro su atención a la cancha, estaban por comenzar.

Nadie sospecharía que ahí sentada se encontraba Park Chaeyoung la modelo más famosa de Corea o bueno, esperaba que nadie sospechara nada. Sería bastante vergonzoso, además de que no quería que el primer encuentro con su novia sucediera de esa manera.

Miró a Lisa levantarse de la banca a un costado de la cancha, se estaba quitando la sudadera que la cubría. Jisoo hizo lo mismo.

Lisa se veía hermosa en su uniforme negro, sin duda tenía un cuerpo espectacular. Delgada y alta. Casi a la misma altura que Rosé. 1.67, le dijo Lisa por teléfono la última vez. Su cabello era castaño y sabía que al llevarlo suelto, era muy largo. Muchas veces se soñó pasando sus dedos entre aquel sedoso cabello lacio. Sus ojos eran grandes y de un café profundo que podría hacer derretir a cualquiera, no había podido acercarse lo suficiente en todas las veces que la había visto jugar, pero siempre veía algo profundo en su mirada. Su piel blanca hacía contraste con toda ella. Y su sonrisa era lo más hermoso que jamás había visto nunca. Era un sueño y no podía evitar mirarla con cada vez que recibía el balón. ¿A quien engañaba? No podía quitarle los ojos de encima incluso si no tenía el balón.

Estaba tan enamorada de ella que de cuando en cuando soltaba un suspiro que dolía internamente. Tenía que acercarse a ella y presentarse. Tenía que acercarse y tocar su mano, su cabello, quería saber cómo se escuchaba su voz sin utilizar ningún dispositivo, escuchar su risa, sentir su aliento en los labios, ahogarse con el perfume de su cuello.

Quería abrazarla, necesitaba abrazarla y quedarse así toda la vida.

- Punto – gritó el árbitro.

Jisoo no había podido bloquear el balón con un saltó y a pesar de que Lisa se había arrojado por este. El balón cayó en la arena. Habían empatado el primer set.

El sudor de Lisa rodaba por su abdomen marcado delicadamente, se veía agitada. El anterior set las había mantenido a la defensiva todo el tiempo, fueron pocas las ocasiones que habían podido sacar.

Volvió a recorrer el cuerpo de Lisa. No podía dejar de imaginar ese cuerpo debajo de ella. Pensar en explorar ese abdomen con su boca, besar su cuello lentamente y sentir sus piernas alrededor de ella. Se estremeció en su lugar.

Respiró profundamente para calmar su pulso. El calor estaba haciendo de las suyas. Necesitaba aire.

- Punto – Gritó el sujeto e hizo sonar su silbato. Esta vez había sido Lisa quien defendiendo, había marcado punto y saque para su equipo.

Rosé sonrió. Era bastante buena. Estaba segura que iba a lograr clasificar para las olimpiadas. No tenía duda de ello. Por eso estaba ella ahí.

Lisa por fin iría a Corea y era momento de decir la verdad. 





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A. I. A 

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