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MATEO

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Miro el reloj por cuarta vez en menos de un minuto, aún queda un rato para que llegue la hora. Me levanto de la cama y bajo al salón a ver si alguien puede entretenerme, en el sofá está mi hermano viendo la televisión y me uno a él.

— ¿Qué onda Emi?

— ¿Qué quieres? — me examina extrañado.

— Nada, ¿por qué?

— Es raro que te sientes a ver la televisión conmigo, andas tan ocupado siempre.

— Dale enano, no seas dramático — me rio.

Hace una mueca de enfado y me ignora. Sí que es verdad que con todo el lío de los shows y el disco no tengo tiempo para algo tan simple como ver la televisión con mi hermano, pero es algo que no puedo cambiar. Para rebajar la tensión del ambiente le agito el pelo hasta despeinárselo.

— Venga, no te enojes — no dice nada. — ¿Me estás ignorando? — alzo las cejas y comienzo a hacerle cosquillas.

— ¡No, Mateo! — se revuelve de la risa.

— ¿Me vas a perdonar?

— ¡Sí, pero para!

Hago caso y le dejo.

— Prometo pasar más tiempo contigo, ¿si?

Asiente con una sonrisa, vuelvo a darle el mando a distancia y me despido de él.

La casa de Nora no queda muy lejos de la mía, estamos a tan solo diez minutos. Por el camino pienso que lugares le puedo enseñar y hay dos que no pueden faltar: los puentes y la Bombonera.

Llego a mi destino y toco la puerta algo nervioso, escucho un ya voy y me abre un hombre que deduzco como el padre de Nora.

— Buenas tardes señor, vengo a recoger a Nora.

Me mira con una sonrisa y me invita a pasar.

— Entra Mateo, ya nos había dicho que vendrías. ¿Quieres algo de tomar?

Lo rechazo con un gracias y espero con las manos en los bolsillos a que baje. El señor me comunica que no tardará mucho y se va por un pasillo de mientras inspecciono la casa.

No es muy grande pero se siente acogedora y familiar, aunque me llama la atención que no hay fotos por ningún lado, ¿no les ha dado tiempo a colocarlas?

Los pasos de alguien bajando las escaleras me distraen y miro hacia esa dirección. Nora baja mirando el móvil, cuando llega abajo levanta la vista y me ve allí parado.

— Hola.

— ¿No vamos?

Asiente con la cabeza, se despide de sus padres y salimos fuera. Caminamos unos minutos y en ese tiempo sigo sin saber qué tema de conversación sacar, miro al suelo hasta que escucho su voz.

— ¿Qué significado tiene el tatuaje de tu cuello? — me observa con ese interés del otro día.

Le cuento el motivo mientras ella me presta toda la atención del mundo como si quisiera saber todo de mi, cosa que me sorprende y me agrada a la vez.

Llegamos al caminito de La Boca y ella observa las casas que resaltan por los colores vivos que lucen. Bajamos un poco más y se empiezan a escuchar melodías de tango y palmas.

— ¿Tango? En España también es común.

— ¿Eres de España? — no se le nota el acento característico de allí.

Asiente y me explica que Óscar, supongo que su padre, tuvo que venir aquí por temas de trabajo. A pesar de tenerse que mudar no capto en ella ningún tipo de tristeza.

El próximo destino son los dos puentes.

Le hablo de la historia que tiene esa arquitectura y ella me hace preguntas visiblemente entusiasmada.

Más tarde, durante el trayecto hacia la Bombonera, me paran varias personas para pedirme fotos, saludos... Algo frecuente.

Después de atenderles a todos decido llevarla a un lugar apartado, es hora de conocerla más.

tenías que ser tú; truenoWhere stories live. Discover now