21

2.9K 144 9
                                    

NORA

❁══════❁

Bostezo mientras bajo las escaleras, sino fuera por la llamada de Melanie preguntándome como estoy seguiría durmiendo muy plácidamente.

Llego a la cocina, me preparo el desayuno de siempre y me siento en el sofá con el tazón de cereales en la mano, estoy buscando algo para ver en la televisión cuando tocan al timbre, por lo que me levanto, voy hacia la puerta y abro.

— Buenos días — sonríe mientras me da un repaso. — Me gusta tu pijama.

Sigo su mirada y caigo en la cuenta de que no puedo ir más ridícula: llevo puesto el pijama de Burbuja, el personaje de las supernenas.

— A mi también, entra — le invito.

Mateo pasa y se me queda mirando mientras cierro la puerta.

— ¿Qué pasa? — sonrío.

— Nada — ríe.

Me agarra de la mano y me lleva al salón, luego se sienta en el sofá conmigo encima.

— ¿Qué tienes pensado hacer hoy?

— Tirarme en el sofá, ver series y comer; ¿y tú? — cojo el bol de los cereales.

— Pasar el día contigo — me quita la cuchara y empieza a comer.

— ¿Y si no quiero? — le miro divertida.

— No me quedaría otra que convencerte.

— Pues no quiero — alzo una ceja e intento no sonreír.

Mateo me devuelve la mirada, me agarra de la cintura y me acerca a él, luego deposita un hilo de besitos desde mi cuello hasta la comisura de la boca.

— Dime que me puedo quedar — me dice a milímetros de mis labios.

Incapaz de pensar con claridad teniéndole tan cerca asiento.

— Convencida — me da un pico riéndose y se separa.

— Voy a cambiarme — digo resoplando.

— Estás preciosa así.

— Seguro que sí — me levanto y voy hacia mi habitación.

Opto por unos leggins y una sudadera, después me hago una coleta alta y bajo de nuevo, Mateo está espaturrado en el sofá mientras revisa el móvil.

— ¿Quieres algo de comer? — pregunto entrando en la cocina.

— Tus cereales me han llenado — responde.

Pongo los ojos en blanco mientras vuelvo y me siento en el hueco que me ha hecho, él está a un extremo y yo procedo a tumbarme con la cabeza en sus piernas.

— ¿Qué quieres ver? — me acaricia el pelo.

— No sé, pon lo que quieras.

— Genial, ayer me quedé a medias en un capítulo de The Breaking Bad.

Murmullo un vale mientras sucumbo ante el sueño que me acecha desde esta mañana.

٭٭٭

— Nora — me zarandean despacio.

Despierto y me encuentro con los ojos marrones de Mateo.

— Te has quedado dormida, me has babeado los pantalones — se está conteniendo la risa.

— Que gracioso, ¿qué hora es? — digo incorporándome.

— Las tres, acompáñame — me tiende la mano y se la acepto.

— ¿A qué huele? — pregunto a medida que nos acercamos a la isla de la cocina.

— A canelones, he calentado lo primero que he encontrado.

— Ah — me limito a decir.

Nos sentamos y comenzamos a comer en un silencio cómodo.

— ¿Qué tiene de especial?

— ¿Cómo? — alzo la cabeza y le miro.

— Por lo que se ve lo comes todos los domingos, ¿no?

Asiento apartando el plato a un lado.

— Desde pequeñas no había domingo en que mi madre no cocinara canelones, era como una tradición familiar. Nos sentábamos los cuatro en el mesa y compartíamos lo que habíamos hecho durante el día mientras comíamos... - recuerdo con una sonrisa triste.

— Ven aquí anda — dice abriendo los brazos.

Rodeo la isla, me siento encima de él y me acomodo en su pecho.

— Lina y yo contábamos los segundos que quedaban para que llegará ese día. Para nosotras significaba mucho más que una simple comida, era el momento de la semana en la que más unidos estábamos como familia.

— ¿Quién es Lina? — pregunta Mateo casi susurrando mientras me acaricia al brazo.

— Era mi hermana pequeña... Aún recuerdo cuando mis padres me comunicaron la noticia y la emoción que llevaban. Yo tenía tres años y temían que me fuese a enfadar o que no lo entendiera y fue todo lo contrario, corrí por toda la casa gritando ¡tengo una tata, tengo una tata!

Noto los dedos de Mateo sacándome las lágrimas que han empezado a salir sin previo aviso.

— Nora...

— Les echo mucho de menos — se me quiebra la voz y rompo a llorar sin ningún tapujo.

Mateo me abraza sin decir nada y espera pacientemente a que me relaje.

— Mateo, y-yo... — me interrumpe.

— Estoy aquí Nora, estoy aquí contigo.

Asiento notando como se me llenan los ojos de lágrimas y no me contengo, sé que tengo el mejor hombro sobre el que llorar.

tenías que ser tú; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora