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NORA

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Tamborileo en los cajones de mi armario mientras canto a pleno pulmón Azul y Oro, que resuena en mi habitación a todo volumen. Desde aquella noche se había convertido en mi canción favorita, ya no por el sentimiento que trasmitía el cantante, sino por el significado que había cogido para mi.

Me pongo las Converse negras y salgo del vestidor. Me paro en el espejo un segundo para revisar mi aspecto y dado el visto bueno bajo a toda prisa.

Hoy es el día en el que podré ver la Bombonera desde dentro y como acordamos, Mateo me acompañará. Han pasado ya dos semanas desde ese mensaje y es el culpable de que mi confianza hacia él aumentara y que por siguiente, nuestra amistad se afianzara.

Llego al salón, me despido de Melanie y Óscar y salgo a la calle a esperarle, no pasa mucho tiempo hasta que un coche negro se para enfrente mía.

— Hola, sube — me pide bajando la ventanilla del asiento trasero.

Le hago caso y monto en el carro. Dentro me observa un nene pequeño que deduzco como el hermano de Mateo.

— Nora este es Emi — me mira preocupado por si tuviese algún inconveniente en que viniera con nosotros.

— Hola Emi, encantada — sonrío sacándole así cualquier duda. — Es más guapo que tú.

El pequeño esboza una sonrisa de oreja a oreja. Miro a Mateo mientras alzo la ceja y él me observa incrédulo.

Una risa proveniente del asiento delantero me recuerda que hay alguien más.

— Cuanta verdad — Mateo le da un puñetazo de broma en el brazo. — Por cierto soy Pedro, el padre de estos dos muchachos.

Le saludo y hechas las presentaciones nos ponemos en marcha. Durante el camino no dejo de reír por la rivalidad entre los dos hermanos y por un momento pienso en Lina, mi sonrisa se congela y eso capta la atención de Mateo.

— ¿Todo bien? — su mano pasa por detrás de Emi, que esta inclinado hablando con Pedro, y se posa en mi cadera.

Ese contacto me sorprende a la vez que me reconforta. Le miro y contesto un justo cuando llegamos al estadio.

— Bueno, todos abajo. Pasároslo bien y nos vemos cuando acabe.

Nos despedimos de él y esperamos en la cola para acceder al estadio. Veinticinco minutos después estamos sentados en nuestros respectivos asientos esperando a que los jugadores salgan al campo.

Un recuerdo amenaza con hacerse presente pero puedo espantarlo a tiempo, para las personas normales los recuerdos son sinónimos de felicidad, sin embargo, para mi solo significan dolor.

El partido comienza y la primera parte pasa sin goles por ninguna de las dos partes, pero en el descanso hay un cambio y salta al campo Carlos Tévez con el diez a la espalda.

Mateo y Emi acompañan a todo el público vitoreando su nombre y no me queda otra que unirme. La energía que flota en el ambiente me invade y por primera vez desde que llegué aquí me siento viva y como en casa.

٭٭٭

— Mañana marcaré un golazo igualito en el colegio — dice Emi recreando el cabezazo de Tévez. — Y te lo dedicaré a ti — me mira.

— Qué atrevido — ríen Mateo y su padre.

Me rio junto a ellos y le despeino el pelo al enano.

Siento como el coche frena y miro por la ventana, estamos fuera de mi casa y me sorprendo a mi misma deseando que este día nunca acabe. Mateo se ofrece a acompañarme a la puerta, así que antes de bajar me despido de Pedro y de Emi y le prometo a este último que pronto nos volveremos a ver.

Escucho sus pasos detrás de mi y cuando llegamos me giro.

— Gracias por esto, en serio.

— Espero que haya estado a la altura de tus expectativas — dice metiéndose las manos en los bolsillos traseros.

Asiento sonriendo y saco las llaves del bolso.

— ¿Nos vemos mañana? — es una pregunta bastante tonta pero no sé que decir.

— Claro — ríe ante la cuestión tan obvia.

Susurro un adiós y me meto en casa con la sensación de que ese chico está despertando algo totalmente nuevo para mi.

tenías que ser tú; truenoWhere stories live. Discover now