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NORA

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Estoy de nuevo en la cocina pero ya no me encuentro sola, me acompaña una chica de nombre Nicole aunque le gusta que le llamen Nicki. Nos acabamos de conocer y ya me he reído más con ella que con todos los de mi alrededor y no sé si es por el alcohol que recorre mis venas, por intentar convencerme de que estoy bien y no me afecta nada o porque simplemente Nicki es la bomba.

Absorbo por una pajita el líquido marrón de mi vaso, que ya me han explicado que es fernet con cola, y escucho atentamente otra de las experiencias de mi acompañante.

— ... Total, que me quedé encerrada con el capullo de mi ex y su nueva novia en el ascensor del ginecólogo, tendrías que haber visto su expresión confusa y sorprendida a la vez.

Me lo imagino y suelto una risita.

— Eh, chicas.

Nos giramos y un chico rubito señala una mesa llena de vasos.

— ¿Os apuntáis?

— ¡Sí! — exclama Nicki mientras me arrastra hacia la mesa.

Intuyo que es el juego ese en el que tienes que meter bolitas del tamaño de pin pon en los vasos, si encestas el resto bebe, de lo contrario bebes tú.

— Empieza — dice alguien brindándome una bola.

Me coloco y lanzo.

— Mierda — me lamento, he fallado.

— Para adentro — me dan un vaso.

Echo para atrás la cabeza y me bebo lo que reconozco como tequila, me quema la garganta a su paso pero lo soporto como una campeona.

— Esa es mi amiga — celebra Nicki.

Quince minutos después solo he encestado una bola de siete posibles y he tomado cuatro chupitos, no me entra ni uno más. Estoy apoyada en la pared intentando mantener la vista en un punto fijo sin que me de vueltas hasta el alma cuando escucho mi móvil sonar en el bolso, lo saco y el nombre de Melanie ilumina la pantalla.

A trompicones salgo fuera, me siento en el bordillo junto a un coche y contesto la llamada.

— ¿Ssssi? — maldigo los efectos del alcohol en mi organismo.

¿Nora? ¿Te encuentras bien?

— Perfectamente.

Bueno... Te llamo para avisarte que pasaremos todo el fin de semana aquí, ¿podrás cuidarte sola?

Asiento con la cabeza olvidándome de que no me ve y me rio cuando me doy cuenta.

¿Nora?

— Sí, sí. Tranquila.

Se despide de mi y me apuro en colgar, es un alivio que no vayan a verme en este estado. Me levanto muy lentamente y camino hacia la puerta cuando un cuerpo se interpone en mi camino.

— Aparta.

— ¿Has tenido suficiente o tu meta es el coma etílico?

— Mateo, quítate — no mueve ni un pelo. — ¿Qué quieres? — pregunto tocándome la sien.

— Que salgas de aquí ahora mismo — responde con el semblante serio.

— ¿Me vas echar tú o Martina?

Levanta la ceja, segundos después me carga en hombros y comienza a andar.

— ¡Mateo! — chillo de la sorpresa.

Hace oídos sordos y continúa caminando, detrás de nosotros personas curiosas nos miran con interés.

— ¡Bajame! — exclamo sintiendo como se me revuelve todo.

— ¿Me vas a hacer caso?

— ¡Sí!

Me suelta y le miro enfadada, con ganas de matarle ahí mismo.

— No me mires así, mañana me lo agradecerás — dice sacando el móvil y marcando un número.

Me quedo quieta mientras habla por teléfono. Fuera hace fresco y mi top no abriga mucho que digamos.

— ¿Tienes frío? — pregunta cuando cuelga.

Niego con la cabeza y él pone los ojos en blanco.

— Estás temblando Nora.

Me cubre con su chaqueta y nos quedamos en silencio hasta que un taxi se para enfrente nuestra.

— Sube — me abre la puerta.

Le hago caso y me monto, él rodea el auto, se sienta a mi lado y le da la dirección de mi casa al conductor. Durante el trayecto un silencio impropio de nosotros se instala hasta que es interrumpido por el señor para decirnos que ya hemos llegado.

Me salgo mientras Mateo le paga y voy hacia la puerta tambaleándome.

— No me toques — digo cuando noto la mano de Mateo en mi cadera en un intento de estabilizarme.

— ¿Puedes callar y dejar que te ayude a llegar viva a tu casa?

Llegamos a la entrada y rebusca en mi bolso las llaves. Cuando las encuentra abre y me acompaña hasta el sofá, en el que me siento y suspiro, la resaca de mañana será monumental.

— Bebe — me tiende un vaso de agua.

Acepto y dejo el vaso vacío.

— ¿No están?

— No — respondo sabiendo que se refiere a Melanie y Óscar.

Maldice y estira el brazo, le agarro de la mano y subimos las escaleras despacio hasta llegar a mi habitación donde me ayuda a quitarme los zapatos, destapa la cama y me obliga a tumbarme. De mientras observo como se descalza, se quita la camiseta y se acomoda a mi lado.

— Descansa preciosa — susurra.

No dudo en acurrucarme a él y dejar que el sueño me invada, ya me arrepentiré mañana.

tenías que ser tú; truenoWhere stories live. Discover now