33

2.3K 135 7
                                    

NORA

❁══════❁

El teléfono vibra por cuarta vez en los últimos quince minutos y, suspirando, contesto.

AaÓscar

por favor cuídate

voy a estar bien Óscar,
no os preocupéis

Por este motivo no acepté que me acompañaran, es como si fuese la primera vez que paso por este día de mierda.

Me levanto del suelo después de haber cogido el vestido de la maleta y entro al baño para ducharme.

Una vez lista salgo a la calle con los auriculares puestos y espero el Uber que he pedido instantes antes.

No tarda mucho en llegar y cuando me monto le doy la dirección de mi destino al chico que maneja, me pongo cómoda, subo el volumen de la música y miro por la ventana durante el viaje.

Los acordes de Azul y Oro resuenan en mis oídos y cierro los ojos en el momento que su voz entra en escena.

No volví a hablar con él desde esa mañana en la cafetería, cuando me fui agarrada de la mano de Rodrigo.

El día que sacó su disco en físico me dieron ganas de correr a su lado y reafirmarle lo orgullosa que estaba de él, pero nunca lo hice.

El paisaje se me hace conocido y el conductor para, así que le doy las gracias mientras le pago y bajo del coche.

Me desvío un segundo de mi camino y voy hacia la floristería de la señora Paqui, sonrío al ver que todo está igual.

— ¿Nora? — sale del mostrador visiblemente sorprendida.

Asiento y la mayor se acerca más a mi.

— ¡Cielo santo, no has cambiado nada! ¿Cómo estás?

— Bueno, lo mejor que puedo — me mira con un matiz de compasión — ¿Y usted?

— Bien cariño, bien. Qué pena que Pablo no esté, le hubiera encantado verte.

Pablo es el sepulturero y a su vez el esposo de la florista.

— Mándele saludos de mi parte.

Ella sonríe y asiente, luego se va al estante de las rosas blancas y agarra unas cuantas.

Observo como las junta todas para formar un ramo y una vez finalizado me lo entrega.

— No hace falta cariño — dice cuando rebusco el monedero en mi bolso.

— Gracias — le doy dos besos y me marcho ahora sí dirección al cementerio.

El ambiente es frío y solitario, estoy yo sola.

He decidido venir en las últimas horas de la tarde por eso, para poder desahogarme sin nadie que me mire o que sienta compasión.

Paro en frente de las tres lápidas, les quito las flores marchitas a cada una para intercambiarlas por las rosas y me siento en el suelo.

— Hola — hablo después de unos instantes. — A esta hora ya abríamos llegado al hotel y Line nos hubiera insistido que bajaremos a esquiar... — me muerdo el labio. — Seguramente le habría dicho que no, que ya iríamos al día siguiente ya que nos quedaban dos semanas por delante — niego con la cabeza y me callo de nuevo.

Me acerco a la lápida que pone Juan Luis Gutierrez y con la mano sacudo las enredaderas que se han formado.

— ¿Sabes papá? Sigo siendo igual de mala en física — me río.  —  Las fórmulas siempre se me dieron horrible por más que me enseñaras... Pero ahí estarías tú para ayudarme, ¿no?

Vuelvo al silencio mientras recuerdo la frase que me decía papá: Eres un desastre para las fórmulas Nora, pero siempre estaré aquí para recordartelas.

Me paso la palma de la mano por la mejilla y continúo.

Es el turno de Johanna.

— Mamá sé que no puedes verme pero... Llevo puesto nuestro vestido, el que compramos para que llevase el día de mi graduación — sonrío apenada mientras observo la prenda negra. — Tú decidiste comprarte el mismo pero de color blanco, decías que más que mi madre parecerías mi hermana pero ese día nunca llegó...

De nuevo el silencio me invade y solo el sonido de las luciérnagas lo interrumpe.

Miro la última lápida de las tres y leo la cita que lleva inscrita: "un soñador es una persona que se escapa a un mundo de fantasía..."

— Fantasía hubiese sido que vieras La Bombonera por dentro Line, es preciosa. La gente gritando al unísono el nombre de su jugador favorito, los goles que hacen que todo el estadio retumbe... Sé que te habría encantado y quizás en otra vida... — la voz se me quiebra y no termino la frase.

Ya hace rato que no controlo las lágrimas, estas solo caen sin cesar, me tapo la cara y suelto los sollozos que estaban atorados en la garganta.

— ¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Tendría que estar en ese lado enterrada con una lápida que diga que fui feliz junto a vosotros! ¡No quiero estar aquí llorando vuestra muerte! ¡No puedo!

La vista se me nubla mientras le grito al aire.

— Volvamos a ser una familia, por favor... Volved a mi lado...

Me acuno en mis brazos y saco por los ojos litros y litros de lágrimas durante minutos.

— Llevadme con vosotros... — repito de vez en cuando.

Una mano se posa sobre mi espalda.

Noto como esa persona se sienta a mi lado, coloca mi cabeza en su pecho y me abraza con sus brazos.

Ni siquiera me molesto en averiguar de quién se trata, con oler su aroma se que es él.

El único que puede consolarme en estos momentos.

tenías que ser tú; truenoWhere stories live. Discover now