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NORA

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Recorro el armario con la mano indecisa, no tengo ni idea de que ponerme: ¿un vestido negro ceñido o unos pantalones largos con un top blanco? Después de meditarlo durante un buen rato opto por la segundo opción, me calzo las Converse negras (mis favoritas) y procedo a maquillarme.

Nunca me he esforzado especialmente en ello y ahora no será menos. Me pongo un poco de rímel y cacao en los labios, ya estoy lista.

Miro la hora en el móvil y veo que tengo un mensaje de Mateo:

Mateo <3

estoy abajo

Meto el celular en el bolso y bajo rápido hasta la puerta. Está de espaldas pero cuando se percata de mi presencia se da la vuelta y me da un repaso con la mirada.

— Joder, estás impresionante — su mirada llega hasta mi cara.

— Gracias, pasa — le invito echándome a un lado.

— ¿Estás sola? — pregunta entrando dubitativo

— Sí — digo cerrando la puerta.

Me doy la vuelta para encararle cuando se echa encima de mi y me arrincona contra la puerta.

— ¿Esta era tu sorpresa? — cuestiona a centímetros de mi boca.

Asiento y le beso con mis manos en sus mejillas. Baja sus manos hasta el interior de mis muslos y me alza lo suficiente para que le rodee con las piernas, nuestras lenguas se entrelazan en un beso apasionado que hace que suelte un jadeo inaudible. Mateo gruñe mientras muerde mi labio.

— Me tienes loco — me mira mientras me deja en el suelo.

Le devuelvo la mirada y sonrío.

— Lo mismo digo.

Recoge el bolso, que en algún momento ha aterrizado en el suelo, y me lo tiende.

— ¿Vamos? — me abre la puerta.

Apago las luces, cierro con llave y me pongo a su lado. En las casas de enfrente escuchamos las voces de varios chicos, entre ellos Kmi, y los reconozco como el grupo de amigos de Mateo. Ellos parecen vernos también, corren hacia nuestra dirección y antes de que lleguen Mateo me agarra de la mano, motivo suficiente para que un calor interior me invada.

Le sonrío a Kmi que me saluda con un movimiento de cabeza.

— Que onda perro — dice un chico de pelo negro y ojos claritos.

— Hola — responde seco Mateo.

— Benja se ha traído el coche, ¿os llevamos? — habla otro pibe, este tiene la piel de color aceituna y el pelo castaño.

— Vale.

Cruzamos la calle y llegamos al carro. Benjamín conduce, Kmi está de copiloto y detrás estamos Thiago, Mateo y yo respectivamente.

Nos ponemos en marcha y el tema de conversación que domina es la gastronomía española, entre risas llegamos a la conclusión de que el pulpo no debería considerarse comida. Mateo está muy callado y pongo toda mi atención en él.

— ¿Estás bien? — le acaricio los nudillos con los dedos.

Asiente forzando una sonrisa demasiado falsa. No indago más en ello y minutos después llegamos a una casa bastante amplia.

El exterior está rodeado de coches y personas que bailan al son de la elevada música. Benjamín aparca justo en la puerta y bajamos todos, Mateo aún no me suelta la mano cuando entramos en la casa y nos hacemos hueco entre la gente hasta llegar a la cocina.

Me empuja hasta la encimera y se pone en frente mía, luego me pasa un vaso rojo y no dudo en beber, estoy sedienta. Reconozco el líquido como CocaCola con algo más pero está bueno. Le acaricio la cara con la mano libre y me mira.

— ¿Qué te pasa?

Dentro la música está en un volumen adecuado para no tener que gritar.

— Nada — dice basándome para evitar el tema.

Con los brazos por la cintura me abraza y de mientras le acaricio el pelo.

— ¿Mateo?

Me separo y miro más allá de él, una chica rubia con un vestido rojo ceñido nos mira con el ceño fruncido. Él se gira lo suficiente para verla y noto como su mandíbula se tensa.

— Martina.

tenías que ser tú; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora