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NORA

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Aunque Óscar y Melanie son mis padres adoptivos, no me gusta nombrarles como tal porque siento que haciéndolo sustituyo a mis verdaderos progenitores, así que opto por llamarles por su nombre y a ellos no les importa. Entiendo que Mateo no sepa este detalle pero no puedo evitar que me suene raro e incómodo.

— No — respondo a su pregunta sobre si ellos están en casa. — Voy a calentar la comida.

Noto su mirada hasta que llego a la cocina. Pongo en el microondas el tupper que, como siempre, Melanie me ha dejado en la nevera y aprovecho para cambiarme de ropa.

Me decido unos pantalones cortos, una camiseta blanca de tirones y me hago un moño desecho. Solo me hago este tipo de peinados cuando ando por casa.

El pitido que anuncia que la comida esta lista llega hasta mi habitación y no me apuro en bajar. Saco el tupper, reparto su contenido en dos platos, agarro la misma cantidad de tenedores y entro de nuevo en el salón.

Mateo me asegura que no hace falta, pero al final logro convencerle de lo contrario, por lo que nos sentamos en el suelo, coloco los platos en el centro de la mesa y noto la mirada fija de Mateo en un punto específico, el tatuaje de mi cuello. Son solo dos palabras que representan miles de cosas y es algo muy mío.

Mi primer instinto es taparlo, por lo que me quito el moño sabiendo que mi pelo lo opacará.

— Toma — le tiendo el tenedor.

Me da las gracias, lo coge y comenzamos a comer.

No puedo negar que me siento un poco expuesta. Como he dicho antes ese tatuaje tiene un significado muy importante para mi, es algo que solo yo entiendo y que Mateo me lo haya visto es algo... Revelador. La gran mayoría se hacen tatuajes para mostrarlos pero yo no, me conformo con saber que está ahí y siempre lo estará.

Remuevo los macarrones perdida en mis pensamientos cuando escucho su voz.

— ¿No tienes hambre?

Bajo la mirada a su plato y observo que ya ha terminado.

— No mucho, mejor lo dejo para luego.

Me levanto con la intención de recoger y llevar todo a la cocina. Cuando llego apoyo las manos en la encimera y respiro hondo en un intento de relajar mi mente pero noto como se aproxima a mi.

— Nora — me giro mirándole. — Ya hay un muro que me separa de ti, por favor, no formes otro.

Entiendo la referencia como el episodio que vivimos cuando me enseñó su barrio.

— Vale, no querías que viese tu tatuaje y tendrás tus motivos, pero lo he visto. Si quieres no me digas el por qué de esto o de lo tensa que te pones cuando pregunto algo delicado sin siquiera saberlo, pero no me distancies de ti.

Desvío la mirada de él suspirando, tiene razón. Cuando alguien descubre algo sobre mi que yo no quiero que sepa, huyo y me alejo.

Siento que nada más descubran todo querrán juntar las piezas como si fuera un jodido rompecabezas.

— Lo siento — digo agachando la cabeza.

Mateo siempre ha manifestado que estaría ahí en todas las circunstancias y yo no hago más que separarle de mi, no me le merezco.

— Me gustaría descubrirlo todo sobre ti, hasta el último detalle, pero quiero que me lo digas tú y no enterarme por pura casualidad — dice levantándome la barbilla para que le mire.

Susurro un vale mientras él desliza los dedos por mi mejilla. Cierro los ojos ante ese gesto y noto como su mano izquierda se desplaza hasta mi cadera y me acerca a él. Estamos a pocos centímetros el uno del otro y es motivo suficiente para ponerme nerviosa, ¿por qué tiene que ser tan guapo?

Dudo en que hacer con los brazos y opto por abrazarle por el cuello, manteniendo mis manos en su nuca. Su vista recae en mi boca y es la señal que necesito para lanzarme. Junto nuestros labios en un choque algo torpe que Mateo capta y sonríe.

Me eleva levemente invitándome a rodearle la cintura con las piernas manteniendo aún el beso y me sienta en la encimera para proceder a profundizar el beso metiendo su lengua en mi boca.

Le dejo paso y estamos así varios segundos o minutos, hasta que nos quedamos sin aliento. Finaliza el beso mordiéndome el labio inferior y eso hace que quiera repetir el proceso de nuevo, pero escuchamos la puerta principal abrirse.

Mierda.

tenías que ser tú; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora