Ocho

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Primeras vistas, machaconería

Primeras vistas, machaconería

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Jimin gimió adolorido.

Se quedó recostado en el suelo cubierto de sangre semiseca, alzando la cabeza levemente para echarle un vistazo a las puertas y comprobar que ningún infectado lo pillara por sorpresa, solo para instantes después dejarla caer al encontrar el pasillo despejado.

Estaba agotado.

Cerró los ojos con fuerza y suspiró, permitiéndose un par de segundos para recuperarse. Tenía las pantorrillas y los glúteos adoloridos.

Pues es que Jimin había resbalado con un charco espeso, cayendo de sentón y golpeándose las piernas con las bolsas de plástico llenas de comida hasta el tope.

Hace unos minutos que Jungkook y Nayeon habían salido a dejar las mochilas a la camioneta, pues apenas bajaron al menor de los Park de la lámpara y se deshicieron de los infectados que habían salido del almacén, cuando ya se hallaban vaciando con prisa las estanterías del minisuper.

El rubio se levantó, siseando de dolor al apoyar las rodillas en el piso, le dolía el culo y para rematar, la sangre que se mezclaba con el sudor  se le pegaba al suéter y comenzaba a darle comezón.

Jimin se levantó, sosteniendo las bolsas de plástico justo cuando se escucharon las puertas abrirse.

— Tengo el trasero escurriendo en sang... — Se quejó, dándose la vuelta creyendo a ciegas que quien había entrado había sido su hermano.

Calló de inmediato, dando un respingo al ver al infectado lanzársele encima sin darle tiempo de soltar las bolsas y hacerse con la daga en su bolsillo.

Su espalda chocó contra el diminuto mostrador de dulces tirando la mayoría de ellos al suelo, el infectado arremetió con fuerza, enseñando los colmillos y dispuesto a clavárselos en la carne del cuello. Jimin lo empujó, poniéndole el brazo izquierdo bajo el mentón e intentando mantenerlo lejos para poder sacar el cuchillo.

No obstante, la bestia parecía haberse tomado un buen energizante porque sus fuerzas estaban lejos de agotarse, rehusándose a apartarse quedando a diez centímetros de su rostro; en cambio, Jimin ya tenía el brazo acalambrado.

— Yoongi, por favor — Jimin se tensó a escuchar una voz desconocida a sus espaldas y cómo pudo giró la cabeza a la izquierda para intentar ver al propietario — Necesita ayuda.

El rubio alcanzó a divisar a un chico de nariz pequeñita y cabello tan negro como la noche antes de que el infectado le gruñera peligrosamente cerca de la cara y tuviera que volver la vista al frente, directo a la mandíbula abierta cuyos dientes lucían amarillentos y astillados.

— Olvídense de él, está frito, vámonos ya.

— Pero Yoongi...

— Dije que no — Jimin jadeó por el esfuerzo, arriesgándose a apartar la vista para observar al chico pelinegro cruzarse de brazos estando ahora de espaldas a él; no supo de quién era la voz que lo contradecía, pues la espalda ancha le tapaba por completo la vista.— Se convertirá de todos modos, así que andando.

DAMNATIONWhere stories live. Discover now