Veintiseis

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Galleta de chocolate, cisura de mentiras

Galleta de chocolate, cisura de mentiras

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Se estaban besando.

El jodido orangután de pelo azul le estaba metiendo la lengua hasta la campanilla.

Y Jimin gustoso le estaba devolviendo el beso.

Yoongi no podía seguir viendo cómo Taemin le arrancaba gemidos al chico en sus brazos, pero es que sus piernas parecían haberse quedado atrapadas en cemento fresco; cemento que se había secado sin previo aviso cuando el peliazul dejó los labios del chico solamente para atacar a besos su cuello.

Era suficiente, ya había visto demasiado.

Anteriormente había terminado de examinar el área de la biblioteca que les correspondía, y al darse cuenta de que Jimin y Taemin no habían vuelto, se encaminó al costado contrario del recinto, con Jungkook pisándole los talones. Mas nunca se imaginó que lo que les impedía volver era una sesión apasionada de besos.

Y por lo tanto, Yoongi tampoco imaginó que sentiría su pecho comprimirse. Era absurdo, no tenía razón alguna para sentirse traicionado, pero no podía apartar la vista de los labios que ansiosos devoraban la boca de Taemin.

Era absurdo, joder que lo era, porque no entendía la razón por la que sentía su estómago revolverse en furia.

Estaba celoso.

Sentía celos de no ser quien tocara sus labios, de no ser quien besara su cuello. Estaba celoso de no ser él quien sujetara sus caderas, quien lo apresara con su cuerpo.

Yoongi sentía el agudo dolor en el pecho, lo suficientemente fuerte como para darse cuenta de la razón. Lo peor de todo es que justo en ese momento fue consciente de que había sido necesario verlos para darse cuenta de que Jimin le importaba más de lo que había pensado.

Yoongi cerró los ojos, esperando que de esa forma el dolor se esfumara, pero no podía estar más equivocado al respecto. Tenía los pies anclados en la entrada del pasillo que formaba la última estantería y la pared, pero aún estando a metros de la pareja, Yoongi podía escuchar con claridad los jadeos del chico rubio y el sonido de los besos al ser plasmados sobre su pálida piel.

— ¿Hyung? — Lo llamó Jungkook a sus espaldas. El chico se había atrasado, encargándose de un infectado atorado entre las butacas de las mesas de estudio.

Yoongi dio un respingo, siendo por fin capaz de moverse. Con prisa y siendo lo más sigiloso posible, abandonó el pasillo, empujando a Jungkook por los hombros aunque este se oponía y se esforzaba por mirar detrás de él.

— ¡Hyung! ¿Qué haces? — Exclamó — ¿Por qué no...?

Yoongi lo soltó cuando estuvieron lo suficientemente lejos, sin embargo, él no podía parar de escuchar los jadeos.

DAMNATIONWhere stories live. Discover now