Doce

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Panqueques calcinados, heridas sangrantes

El hogar de SeokJin consistía en una pequeña casa de dos pisos, en el primero se encontraba la cocina, la sala de estar y un diminuto baño

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El hogar de SeokJin consistía en una pequeña casa de dos pisos, en el primero se encontraba la cocina, la sala de estar y un diminuto baño. En la segunda planta yacía la habitación de Jin, un cuarto de huéspedes que más parecía la habitación de Taehyung, y un baño cuya área abarcaba más espacio que los dos dormitorios juntos.

Qué decir, aquello había sido por mucho una de las principales razones por las que Jin se había decidido a comprar el antes despotricado apartamento. Eso, y porque el espejo de su habitación era enorme, y porque los cajones de la alacena eran tan espaciosos que podrían caberle un elefante entero.

Yoongi atravesó la sala una vez abandonó el cuarto de baño. Aunque el sillón que residía en la esquina seguía impregnado de manchas espesas, estaba lejos de parecer la escena sangrienta que habían encontrado hace unas horas; ya no había cristales amenazando con clavárseles en los pies y la principal cosa que hacía de la sala una habitación espeluznante había desaparecido: El cuerpo.

Aparentaba ser la misma de siempre, esa sala donde Taehyung hacía la tarea mientras SeokJin cantaba a todo pulmón al mismo tiempo que removía el caldo con un cucharón desde la cocina; o como el día antes de ayer, que se habían reunido para comer pizza y hacer un maratón de películas de Harry Potter aprovechando que Yoongi tenía libre el día siguiente. Se sentía como si hubiera pasado alrededor de una eternidad desde entonces, como si no hubiera sido justo ayer que una estantería les había caído encima, irónicamente salvándoles la vida en el acto.

El chico dejó la sala detrás, adentrándose en la cocina y frenando de golpe cuando el gato de SeokJin, Chefcito, se le atravesó frente a los pies.

Yoongi lo cargó en brazos y le acarició la cabeza. El gato que originalmente tenía el pelaje anaranjado, ahora portaba manchas de un rojo mucho mas rojizo de lo habitual. Incluso tenía un par de pegotes de sangre por detrás de las orejas.

— Le hace falta un baño a tu bola de pelos.

SeokJin se volvió, sosteniendo con los dientes el cucharón a la par que secaba sus manos en la toalla de cocina.

— ¿Gué? — Pronunció sin dejar escapar el utensilio de cocina.

— Que tu bola de pelos se ha vuelto una esponja super absorbente — Dijo Yoongi, riendo por lo bajo al ingresar a la habitación que bien podría quedar hecha cenizas ante de la furia con la que lo miró SeokJin.

El chico le tenía un cariño enorme a ese gato, Yoongi incluso podía asegurar que la grasita extra del animal se debía a que siempre era el primero en probar los platillos de SeokJin.

— No te pregunté — Bufó el mayor, escupiendo el cucharón demostrando de tal forma su indignación.

Yoongi echó a reír, no obstante, su risa cesó en el momento en sus ojos fueron a dar sobre la espalda de la señora Bae cubierta por un chal lleno de pelusas. La mujer lucía devastada, se abrazaba a sí misma bajo el chal, las mangas colgando a su costado, como si alguien le hubiese puesto la prenda encima sin que ella tuviera intención de ponérselo.

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