CAPITULO : 46

178 26 3
                                    




En cuanto termina  Ye CanSheng reúne a sus hombres y, básicamente, destroza su casa. La única habitación que queda intacta es en la que llevo encerrado dos meses. 8-Cero ya se ha ido protegiendo a su amo y los únicos presentes somos Ye CanSheng, los cuatro más cercanos a él y yo, que estoy delante de él, tambaleándome.

La luz de la lámpara de la mesita de noche es algo amarillenta y su tranquilidad no parece de este mundo. Oigo mis respiraciones apresuradas y nerviosas.

Los cuatro hombres que tiene detrás no osan hacer ni un mero sonido y sus ojos se llenan de preocupación e impotencia cuando CanSheng se me acerca. No sé cómo ha sobrevivido durante estos últimos dos meses, así que me aprieto la ropa y le miró en silencio.

Tiene el pelo lacio, aunque ya no está tan liso como antes. Su rostro es mucho más maduro y parece haber crecido un poco más, pero el cambio más drástico es la cicatriz en su mejilla derecha.

No es muy grande, pero parece mucho más frío que mi CanSheng. Seguramente a pasado por muchas cosas que desconozco. ¿Qué le ha podido convertir en algo tan frío y sediento de sangre, como una jade empapada de sangre fresca, cultivando semejante arrogancia y perseverancia...?

‒¿Te has divertido por ahí fuera?

Su voz es mucho más sexy y madura que antes, pero poco amigable. Me inmoviliza con una mano y ladea la cabeza. Se relame la esquina de los labios como siempre, pero su expresión ya no es de mimo.

‒¿Q-Qué dices?

Tengo la mente en blanco. ¿Qué si me he "divertido"? ¿Acaso no sabe que me habían secuestrado?

Frunzo el ceño y siento su mirada escudriñadora aferrándose a mí, obligándome a retroceder un paso.

‒Eres una puta.

Tiene la misma voz, pero ahora siento su odio. Da zancadas y me sujeta los hombros. Siento una frialdad increíble y noto cómo me desgarra la ropa.

Tiemblo e intento cubrirme con las manos frenéticamente. Justo entonces, uno de los otros hombres jadea.

‒¡Ye CanSheng!

Mi grito resuena en el mismo momento en el que me tiran a la cama. Todo lo que siente mi corazón es temor.

Veo al grupo salir de la habitación con el rabillo del ojo y, cuando el último abandona el acuarto, mi mente se rompe hasta el punto de que soy incapaz de imaginar el dolor que voy a tener que soportar.

‒¡No! ¡No se vallan! ¡Yo...!

Cachetada.

Me gira la cara que se me hincha y arde acompañado de un sabor metálico que me disgusta. Una fuerza bruta me retiene en la cama y me obliga a mirar a un rostro: es Ye CanSheng, quien acaba de llamarme "puta".

Miro a un lado y veo la daga clavada justo al lado de mi rostro, tan fría como el hielo.

‒¿Soy una puta, por eso te acogí?. ‒ Me río con amargura. ‒ ¿Soy una puta, por eso he montado lo de los fuegos artificiales?. Dime-... ¡Mmf!

Me pellizca las mejillas y me las muerdo sin querer. Entonces, baja la cabeza y me mira con odio. El reencuentro que he imaginado tantas veces ha acabado haciéndome temblar de miedo. El dolor vuelve a despertarme: esto es lo normal cuando estoy al lado de Ye CanSheng.

Una violencia conocida, un dolor conocido y el conocido olor de la sangre.

‒¿Sabes que casi me vuelvo loco buscándote? ¡¿Eh?! ¡Te has fugado a Hong Kong! ¡¿Tanto miedo me tienes?! ¡¿Quién dijo que no me abandonaría jamás?! ¡¿Quién dijo que me amaba?!

ENFERMIZO TIRÁNICOजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें