20 •

3.7K 259 102
                                    

–Quédense tranquilos que a la brevedad va a aparecer la imagen –nos dijo Bianca con una tranquilidad que nosotros no pudimos imitar. Era la ginecóloga de Lali y, como también se había dedicado a la obstetricia, le pidió que la acompañe durante el transcurso del embarazo– a ver, creo que está fallando un cable... –descubrió al chequear los que se le cruzaban por debajo de los pies y se inclinó a acomodarlos.

–Hay varios cables que nos están fallando –comenté.

–Hablá por vos –respondió Lali al mirarme, y escuché la risa de Bianca. Lali estaba recostada en una camilla con la panza al aire libre y el gel frío esparcido por la piel. Yo había pedido permiso para arrastrar un banquito y estar al lado de ella.

–Ahora sí, chicos –afirmó Bianca y empezó a pasear el aparato por su vientre. Instintivamente, yo empecé a morderme una uña y Lali volteó la cabeza hacia atrás para poder ver la pantalla del ecógrafo– bueno, ahí estamos... –lo único que recuerdo es que alternaba la vista entre la imagen y Bianca porque no podía deducir lo que veía.

–¿Está todo bien? –le consultó Lali con un poco de temor después de un breve silencio en el que Bianca no habló.

–Sí, solo estaba marcando un par de datos que tienen que ver con el feto –explicó– me encantan los padres primerizos –comentó con una pizca de gracia que no interpreté.

–Desconozco como actúan demás padres primerizos...

–Así con la misma cara de aterrado que tenés vos –dijo. Lali expulsó una risa y después me acarició un costado de la cara con dos dedos como para que no me sienta tan ofendido– ya estamos cumpliendo las quince semanas, Marian... a ésta altura podemos descubrir nuevas cosas. ¿Cómo estuviste éstos meses? ¿Náuseas? ¿Descomposturas?

–No mucho. Estuve tranquila.

–¿Se fueron de vacaciones? –porque para ese momento estábamos en febrero.

–Habíamos planeado un viaje afuera, pero elegimos quedarnos acá y fuimos a la costa –conté– ¿Por qué? ¿Eso puede perjudicar en algo al bebe? –pregunté desde la ironía y Bianca se rió.

–Depende, si la pasaste mal puede que tu hijo prefiera ir a otro lugar cuando nazca –continuó– solo quería saber mientras corroboraba unos números –explicó– miren, ahí está la cabeza –señaló con el dedo y cuando la descubrí, lo único que pude hacer fue sonreír– está perfecto de peso y tamaño. A ver... –y metió una pausa en que clickeó la imagen, la ecografía disminuyó su tamaño y en la parte inferior se dibujó una línea que empezó a desdibujarse cuando oímos unos pequeños golpecitos– el corazón... –avisó. Miré a Lali y durante todo ese tiempo no regresó la vista al frente, pero noté su emoción en los ojos– está muy bien. Voy a mover un poco para éste lado –y movió el aparato sobre el vientre de ella– acá lo podemos ver mejor –y ahí sí encontré la figura de un bebé gestándose y creciendo de a poco– están las dos piernas, el cuerpo, los brazos... bueno, tiene una mano en la boca.

–¿Ya se puede saber el sexo? –preguntó ella.

–Sí. Hay muchos padres que prefieren no saberlo –nos contó mientras buscaba la mejor posición del feto para descubrir su sexo– también hay muchos que se enfrentan como si fuera un Boca-River. ¿Ustedes tienen alguna preferencia? –negamos– acá está, ey. Es un varón –dijo, y fue otro de mis momentos favoritos. Bueno, ese y también cuando Lali giró la cabeza para mirarme y descubrí ese par de lágrimas que se le resbalaron por los cachetes y se le agolparon en la sonrisa.

Nunca había fantaseado con la idea de ser padre. Tal vez porque me había dibujado un futuro distinto o porque no había encontrado a la persona correcta. Más que la persona correcta, prefiero decir el amor correcto. Personas hay muchas, amores son pocos. Ya cuando habíamos pensado en irnos a vivir juntos, planeamos los hijos inconscientemente. No nos compramos una casa con más de una habitación por que sí, existía un deseo que no lo habíamos puesto en palabras –quizás porque no lo necesitábamos– pero que estaba latente. Y tan latente estuvo que se materializó en el vientre de Lali. Había una emoción muy grande, ya casi que rozaba la ansiedad de querer gritárselo a las familias, a los amigos y de ambientar cada salón de la casa con las medidas preventivas para el cuidado de cualquier bebé. Pero también había mucha felicidad. Recuerdo que ella se levantaba todas las mañanas con mucha energía, una sonrisa y un chiste para romper el hielo del sueño matutino que me contagiaba. No era que hasta ese momento no lo hacía, pero desde que nos enteramos que íbamos a ser padres, lo noté más. Estaba feliz, por lo que buscaba expulsar esa felicidad de la manera en la que creía, y yo necesitaba que continuara así porque fue mucho el tiempo que creció creyendo que nunca iba a serlo.

ASIGNATURA PENDIENTEWhere stories live. Discover now