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Hoy es otra mañana en la que despierto antes de que suene el despertador, pero por culpa de Juez que empieza a caminar a lo largo y ancho de mi cuerpo hasta encontrar la posición perfecta en mi espalda para sentarse y esperar a que haga algún movimiento que demuestre estar con vida. La temperatura del noticiero marca los dos grados de un invierno crudo y qué suerte haber calefaccionado la casa desde un primer momento. Con el frío, Juez se queda en casa así que siempre lo encuentro cuando salgo de bañarme, me persigue hasta el cuarto, se mete por debajo del jean y también juega con los botones de la camisa. Salta de la heladera a la isla de la cocina cuando me preparo el desayuno y pasa su cola por mi cara mientras intento leer los mensajes del celular. Alicia me escribe para desearme un buen día y también contarme sobre la pena que acaba de recibir Sandoval. Un poco me alegro, pero no lo suficiente. Saludo a Richi como hago diariamente y, a medida que voy sacando el auto del garaje, me pide que me cuide porque se enteró de varios robos por la zona. No le pregunto qué zona porque en realidad vivo alerta en cualquiera de ellas. Conduzco hasta el centro y bufo cuando no encuentro estacionamiento cerca del buffet. Doy dos vueltas manzana esperando a que salga algún auto y, cuando encuentro un hueco, basta con un solo movimiento mal ejecutado para chocar la parte trasera de otro vehículo estacionado al punto de abollarlo y romperle una luz. Claramente que salgo de ahí rápido y me alejo tres cuadras, casi cuatro, para no generar ningún tipo de sospecha. Si no hay pruebas, no existe acusación. Pero también cuando entro al buffet y saludo a la secretaria de la mesa de entrada, doy cuenta que modificaron la placa de bienvenida en donde se explica con flechas y números de pisos a dónde acudir según el profesional que desean visitar. Sobre todos nuestros nombres y profesiones, como título de presentación, sacaron a Oscar para tallar el nombre de Marcos Bilbao que, además, se adjudica como jefe de la firma y nosotros.

−Buenos días –saludo cuando llego al séptimo piso. Candela siempre está impoluta del otro lado del escritorio con el control remoto en una mano y su taza de café con leche en la otra.

−Buenos días, jefa.

−¿Agustín no vino? –pregunto cuando noto que su oficina continúa cerrada y con las luces apagadas.

−Fue a reunirse con una asistente social para visitar la casa de la familia de la mujer fallecida en el caso Martínez –explica y asiento una vez mientras busco el libro de firmas– no sabe a qué hora va a llegar así que me dijo que te avisara.

−Okey. ¿Algún llamando importante?

−No.

−¿Alguna noticia?

−Tampoco.

−Voy a celebrar que nos toque un día aburrido –comento y le devuelvo la lapicera. Ahí me doy cuenta que en su taza está escrito: "No se ofenda, señora, pero usted no sabe ni papa"– ¿Vos también con eso?

−¿Qué cosa?

−La taza.

−Ah, me la regaló Agus –y sonríe mucho porque tal vez era un regalo que estaba deseando– me gustó mucho la que tiene él, tiene un amigo que las hace y le encargué una.

−¿Y ninguno de los dos considera que, en algún momento, puede llamar la atención de las personas que vienen a visitarnos? –cuestiono, pero Candela mira la taza, me mira a mí y después sube los hombros.

−A todas las personas le gustan Los Simpsons –defiende y toma otro trago. Yo solo revoleo los ojos y saco las llaves del bolsillo de mi campera para abrir la oficina– ah, Marian, ¿viste el cambio de placa en la entrada?

−Sí. ¿Se comunicó Marcos en algún momento? –niega– ¿De Oscar se sabe algo? –ídem.

−¿Pensás que con éste nuevo jefe se van a tomar otras medidas en el estudio? –consulta– ¿Exigirán cambios de empleados o modificación de horarios laborales?

ASIGNATURA PENDIENTEWhere stories live. Discover now