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Son las ocho menos cuarto de la mañana y mi reloj pulsera deja de funcionar, así que calculo que serán menos diez o ya las ocho. Cruzo la avenida y voy directamente al puesto de café para saludar a Gabriel que siempre tiene mi vaso a punto de ser entregado. Aprendió a solo saludarme y no indagar sobre mi estado anímico desde la primera vez que le respondí que no hablaría de eso con extraños. Solo me había preguntado cómo estaba, y yo capaz me había levantado con tres pies izquierdos. Pero me respetó y siempre sonríe amable cuando nos cruzamos así que por eso siempre le pago más de lo que cuesta el vaso. Estoy subiendo las escaleras de la entrada del buffet cuando, entre sorbo y sorbo, me veo en la obligación de retroceder tres o cuatro escalones cuando noto que la que está parada y apretada entre medio de las piernas de un jovencito que está sentado frente a ella, es Candela. Actúo toser para que alguno de los dos se dé cuenta que estoy ahí, pero él está muy entretenido escuchándola y ella muy entretenida jugando con su bufanda.

−Buenos días, Candela –saludo, y ella gira rápido cuando escucha su nombre.

−Ay, hola –sonríe mucho y se acerca a darme un beso rápido– buenos días, jefa. Ella es mi jefa –le habla a él– y él es Bautista –presenta y hace un movimiento con las cejas que yo debo interpretar como que está haciendo referencia al chico del que una vez me habló. Y tampoco hace falta que lo haga porque con solo nombrarlo era suficiente.

−Un gusto, ¿cómo le va? –él se acerca a saludar amable y me extiende la mano. Tiene el pelo cortito color castaño claro, los ojos oscuros y una sonrisa linda.

−Muy bien. ¿Tienen para mucho más?

−No, ya la estaba por soltar, no quiero que llegue tarde por mi culpa –dice, y yo solo veo que Candela no deja de sonreírle– nos vemos más tarde, flaqui.

−Dale. Chau –y se acerca a darle un beso en la boca– después te digo donde vamos a comer –él asiente y de mí se despide solo levantando una mano, pero Candela se queda observándolo irse.

−¿Ya podemos entrar? –le consulto después de diez o quince segundos en los que ella no modifica su posición y solo mueve la boca para morderse el labio.

−Qué maravilloso el amor, ¿no? –pregunta retóricamente y se posiciona a mi lado para continuar subiendo las escaleras– creo que estoy enamorada. No, creo no... estoy enamorada.

−Con qué velocidad pasó de ser compañero a amigo y después a novio –digo, y saludo facialmente a un colega que hace lo mismo cuando cruza por al lado nuestro.

−Bueno, no estamos en ésta vida para perder tiempo. ¿Viste que me dijo "flaqui"? –y cuando vuelvo a mirarla, está otra vez mordiéndose el labio y baja las cejas– me encanta que me diga así, es muy dulce. Ay, el amor –suspira y ladea un poco la cabeza– ¿Vos cuando estás enamorada también te ponés así?

−No –y cuando llegamos al hall del buffet, le indico que caminemos hacia el lado opuesto de los ascensores.

−Porque ahora no me da la sensación de que seas una mujer romántica –continúa– pero quizás antes lo fuiste. ¿Cuándo salías con el profesor también eran así?

−¿Qué tiene que ver?

−No sé, solo pregunto. ¿Estás en contra del romanticismo o en otro momento lo fuiste?

−No hablo de mi vida privada, Candela –y esquivo el cuerpo de una mujer que viene caminando muy concentrada en la lectura de una carpeta.

−Bueno, pero tirame un tip porque soy inexperta en relaciones.

−No te cases, ese es mi tip –sentencio– vení, hacé de campana –pido y la tomo de un brazo para correrla a un costado.

−¿Por qué? ¿Qué vas a hacer?

ASIGNATURA PENDIENTETahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon