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El día que volví a la casa de mis padres, que alguna vez también me perteneció, la encontré más vacía de lo normal. Si es que alguna vez estuvo llena. El jardín delantero tenía el pasto muy crecido, las maderas de la escalera principal chirriaban y cuando llegué al interior me abatió un silencio que hacía eco con cada paso que dí. La vinoteca estaba vacía, el televisor encendido y los sillones acomodados de una manera distinta a como me había acostumbrado a verlos. En el perchero solo había una campera y me asomé para corroborar que la cocina esté vacía. Llamé a mi padre, pero no me respondió. Subí al primer piso y descubrí vacías y desempapeladas mi habitación y la que correspondió a mi hermana. No las reemplazó por ningún estudio, gimnasio o biblioteca, simplemente las dejó vacías. Me llevó tiempo darme cuenta que mi padre estaba tirado en uno de los sillones del living porque estaba acostado a lo largo, con los ojos abiertos mirando el techo, las piernas cruzadas y un brazo colgado en el aire que con su mano sostenía un vaso de whisky. La botella estaba casi vacía tirada en el suelo.

−¿Qué hacés, papá?

−¡Peter! –le llevó varios segundos focalizar y darse cuenta quien era– hola, hijo... −sonrió con los ojos achinados y pidió ayuda para reincorporarse– hola –repitió en un intento de levantarse para abrazarme, pero no lo logró y se quedó sentado.

−¿Qué estás haciendo? –recriminé.

−Pasaba el rato –y movió un poco su vaso para hacer fondo blanco con lo que quedaba.

−No es lindo ver a tu padre borracho, ¿sabés? –pero él solo se rió con el borde del vaso entre los labios– vine porque necesito que me respondas algunas preguntas.

−Decime.

−Hoy tengo que defender a Enrique Garabano... –y apenas lo nombré, dejó escapar una risa irónica– me gustaría saber que no estoy metiéndome en otro quilombo, teniendo en cuenta que es amigo tuyo.

−Nunca lo fue. Es un traidor –inició un hipo.

−¿Qué le hiciste? –y ya lo daba por hecho porque me di cuenta que los traidores siempre eran los demás.

−Yo no le hice nada, me dejó cuando más lo necesité –buscó la botella para servirse un poco más de whisky y yo me mordí la lengua al bajar un poco la cabeza.

−¿Me podés explicar en qué mierda estás metido? –pregunté con enojo– no aguanto más todo esto. Estoy cansado de ver como todo alrededor nuestro se fue cayendo y cada uno de los caminos conducen a vos.

−Yo no hice nada –repitió en un susurro y mirando fijamente el chorro de whisky que caía en el vaso.

−¿Qué le debés a Germán?

−Él me debe a mí.

−No te debe nada, vos lo echaste –remarqué– el que le debe sos vos y no quiero ni preguntarte cuánto porque me daría vergüenza. Así que decime de una vez por todas qué hacían con Germán.

−Éramos buenos amigos... −empezó y puse los ojos en blanco– pero a algunas personas no les gusta cuando les corregís errores. Yo solo quise ahorrarme disgustos.

−¿Qué disgustos?

−¿No vas a decir nada? –pero no le respondí– bueno... quiso empezar a hacer ventas online de autopartes de autos con la idea de que lleguen los ingresos, pero nunca entregar los productos. Ya era demasiado, se iban a dar cuenta rápido así que preferí que continuáramos como estábamos que íbamos bien.

−¿Qué significa continuar cómo estaban?

−Vos ya sabes, Peter. Hacer nuestros negocios... −subió las cejas y bebió un poco más. Yo solo suspiré y descotracturé el cuello.

ASIGNATURA PENDIENTEWhere stories live. Discover now