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El mundo siempre fue cruel con las personas más débiles

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El mundo siempre fue cruel con las personas más débiles. Desde la creación que existía una desigualdad cósmica que beneficiaba a los fuertes, a los que estaban al principio de la cadena alimenticia, mientras que los demás vivían una existencia llena de desdicha y oscuridad.

Evie siempre supo que era una de las débiles. Era pequeña cuándo una amiga de su madre, una prostituta algo mayor que la cuidaba de vez en cuándo, le explicó que su vida nunca sería fácil, porque ella era una niña nacida en el subterráneo, hija de una prostituta y con un padre ignorante de su situación. Pero Evie quería creer que eso cambiaría algún día, por esa razón se aguantó todos los golpes que la vida le dió, se tragaba las palizas que le daban en la ciudad y el hambre casi insoportable que la invadía luego de no comer por cuatro días, pero nunca bajó los brazos.

Y cuando pequeña Langer fue acogida y amada por Levi Ackerman pensó que, finalmente, había dejado de ser una débil desdichada que sólo vivía tragedias. Sintió que el mundo le estaba devolviendo algo bueno luego de tanta mierda que tuvo que tragar.

Pero cuándo comenzó a ver cómo devoraban lentamente a Nanaba supo que ella seguía siendo una estúpida y débil niña pequeña que estaba recibiendo algún castigo divino. Escuchaba los gritos que soltaba la mayor, pero no quería pensar en eso, realmente no quería pensar en nada, aunque era claramente imposible. Nanaba también había sido una pobre pieza más en todo ese juego cruel que estaba llevando a cabo la vida.

El llanto estaba a la vuelta de la esquina y la pena no dejaba de ser protagonista en su corazón. ¿Por qué siempre todo le ocurría a ella?. No podía entenderlo y era algo que pensaba desde que era una mocosa que corría entre las faldas de las prostitutas mayores del burdel dónde su madre era condenada diariamente.

Había conocido a Nanaba cuándo fue a vivir con Levi al cuartel de la legión, desde el principio había sido una mujer bastante amable, pero sería y reservada, aunque no podía evitar mimarla cuándo podía. Evie realmente apreciaba a esa mujer, no tenían una relación cercana, pero la admiraba enormemente y no podía evitar sentirse sumamente culpable por verla morir frente a sus ojos, únicamente por salvarla a ella y sus compañeros.

—¡Malditos bastardos!.-Gritó con su voz rompiéndose gracias a la angustia que le generaba ver esa escena tan desgarradora justo frente a sus ojos.

Quería luchar, quería arriesgar todo de sí para que las muertes de sus superiores no fueran en vano, pero era débil, era débil y no tenía ninguna herramienta para salir a pelear. Justo en ese momento se dió cuenta que había perdido, porque si una persona deja de luchar es dónde la derrota se hace presente.

—¡Te caerás, idiota!.-Exclamó Ymir sosteniendo a la mayor de la cintura para que no se lanzara a luchar en en ese momento.

Pero Evie rechinó los dientes e intento zafarse del agarre ajeno, cosa que no logró ya que la pecosa la superaba en tamaño y fuerza, así había sido desde que ambas eran unas simples reclutas. Ymir podría superarla, pero sabía que ella no había entrado en los diez mejores únicamente para dejarle un puesto a su amada rubia y que viviera una vida totalmente tranquila en la policía militar, pero allí estaban, apunto de sucumbir en una misión de la legión de reconocimiento.

Red swan; Reiner Braun. [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora