25.

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Las estrellas brillaban incesantes en el firmamento acompañado a la magnífica luna llena que lograba iluminar por completo el pequeño sitio que Reiner había encontrado para no ser detectados por los soldados que custodiaban a los cadetes de su tropa

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Las estrellas brillaban incesantes en el firmamento acompañado a la magnífica luna llena que lograba iluminar por completo el pequeño sitio que Reiner había encontrado para no ser detectados por los soldados que custodiaban a los cadetes de su tropa.

Era un punto ciego que ningún veterano vigilaba y él mismo se había tomado el tiempo de limpiar el lugar cuándo perdió contra la bonita azabache de ojos azules, o bueno, cuándo se dejó ganar, porque él no era ningún idiota y había visto como Christa ayudaba a la mayor, pero no le importó demasiado, después de todo quería pasar un lindo momento junto a la Langer.

Hacía bastante frío, por esa razón, sabiendo que la azabache no tenía una buena resistencia al frío, había conseguido varias mantas para colocar en el suelo del lugar, no sin antes dejarlo totalmente impecable. También había conseguido unas cuantas fresas del bosque cercano, ya que sabía que la más baja amaba las fresas y quería tener otro gesto bonito con ella.

Era un auténtico cursi y lo sabía bien, pero es que no podía frenar todos los sentimientos que brotaban de su pecho cuándo se trataba de Evie Langer. Intentó reprimirse durante mucho tiempo, convenciendose que todo era culpa de esa maldita erdiana, intentaba creer que ella lo había hechizado como el demonio que era, pero ya era demasiado tarde para pensar en ello, después de todo había terminado totalmente enamorado de una de esas mujeres demonio que su madre tanto odiaba.

Pero todos sus pensamientos fueron cortados al escuchar unos pequeños pasos resonando de las escaleras. Ansioso, asomó su rostro, viendo como la mayor estaba cruzando el último peldaño de la escalera con lentitud, ya que había un gran desnivel bastante marcado, hasta el mismo Reiner había tenido problemas, quizá por esa razón no se usaba ese lugar del castillo.

—Hey, déjame ayudarte.-Exclamó el rubio extendiendo ambas manos.

Evie no tardó en tomarlas y sentir como, con un simple esfuerzo, el más alto la colocaba sobre la superficie del suelo. Apenas llegó al lugar se deslumbró con el esfuerzo que Reiner hizo para una simple noche entre ellos y una risa dulce brotó de sus labios a la par que un bonito color rosado se posaba en sus mejillas por todas las atenciones que ese hombre estaba teniendo con ella.

—No pensé que harías todo esto, es lindo.-Comentó sin soltar las manos del menor, eran grandes y cálidas, el perfecto contraste con las pequeñas y frías manos que portaba la Langer.

—Tú lo merecías.-Fue lo único que dijo el Braun, invitándole, con una simple seña, a tomar asiento entre todas esas mantas que había conseguido únicamente para ella.

Ambos se sentaron, uno junto al otro, y justo en ese instante Reiner comenzó a fijarse totalmente en la diminuta adolescente que estaba frente a él. Evie siempre portó unos bellos ojos azules que lo hacían sentir como un bobo cada vez que lo miraban, pero bajo la luz de la luna se podían apreciar como las estrellas envidiaban totalmente el brillo que esa muchacha podía poseer en su mirada, todo acompañado de su largo cabello azabache, el cuál tenía suelto mostrando las bonitas ondas naturales que tenía, pero adornado con una adorable trencita que la hacía ver aún más inalcanzable.

Red swan; Reiner Braun. [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora