22.

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El día siguiente había llegado con un manto de preocupación que inundaba a la mayoría de soldados que estaban apunto de dar todo por los deseos de su comandante

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El día siguiente había llegado con un manto de preocupación que inundaba a la mayoría de soldados que estaban apunto de dar todo por los deseos de su comandante.

Evie se había despertado muy temprano, encontrándose con la cabeza del hombre que amaba descansando en su pecho. Estuvo durante largos minutos acariciando los cortos cabellos rubios, pero tuvo que dejar su tarea cuándo uno de los veteranos llegó para despertar a todos los cadetes. Por suerte, fue Petra, una de las subordinadas de su padre, quién le indicó que se levantara para que nadie pensara mal de ella al encontrarla en la cama de un muchacho.

Desde ese momento no vió más a Reiner, ya que estuvieron demasiado ocupados preparándose para la salida de los muros y Evie lo agradeció, porque no quería que el rubio viese su mirada llena de terror aún después de todo lo que había ocurrido el día anterior.

Evie nunca se imaginó que estaría totalmente aterrada, siempre pensó que aceptaría su destino como digna hija de Levi Ackerman, pero nada era más distante de la realidad. Estaba temblando sobre su caballo mientras intentaba no ser una idiota y terminar devorada por un titan. Tenía toda la teoría en su cabeza, desde el significado de cada bengala que descansaba a su costado, hasta el plano exacto de la formación, pero aún así no podía dejar de lado su miedo interior.

Le habían asignado un veterano como acompañante para cada cadete, sólo para garantizar la seguridad de los nuevos reclutas, y Evie agradeció que a su lado se encontrara una muchacha de cabellos cortos y rubios indicándole absolutamente todo lo que debía hacer. Conocía a esa joven desde hace unos años y no le importaba confiar su vida en las decisiones que la mayor tomaba, después de todo era una de las soldados de confianza de Mike.

Quizá por esa razón intentaba frenar su terror inminente, pero aún así Nanaba no era idiota y podía ver como su subordinada temblaba cada vez que la formación cambiaba de rumbo. Era extraño, después de todo ella fue la séptima mejor cadete de su tropa e hija del hombre más fuerte de la humanidad, pero eso no quitaba que fuese una niña de diecisiete años en un mundo dónde su vida pendía de un hilo a cada momento.

La rubia mayor se mordió el labio cuándo vió una señal clara en el cielo. Los frentes estaban cayendo uno por uno y nadie sabía exactamente porqué estaba ocurriendo aquello, los planes de Erwin siempre servían y las bajas no superaban el treinta porciento de los soldados, pero en ese instante no había ocurrido más de unas horas ántes que todo se comenzara a salir de sus manos.

—Evie, necesito que me escuches atentamente.-Pidió la veterana sin dejar de mirar como las señales comenzaban a inundar el cielo, necesitaba llegar con su teniente.

Evie apretó el agarre en su propio caballo, intentando no perder el control de éste como había ocurrido con el segundo caballo que tenía a su cargo cuándo todo comenzó a salirse de control. Lamentaba no ser tan buena con los animales como lo era Sasha o Christa, realmente no podía controlarlos y eso le provocó un enorme problema cuándo debió llevar un caballo extra a su lado.

Red swan; Reiner Braun. [#1] Where stories live. Discover now