15.

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La noche había caído sobre sus cabezas, siendo únicamente iluminados por la enorme fogata que estaba frente a ellos

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La noche había caído sobre sus cabezas, siendo únicamente iluminados por la enorme fogata que estaba frente a ellos. El horrendo olor a humo, piel y huesos quemándose acompañaba esa sinfonía de desesperación que los titanes habían dejado a su paso, colocando un enorme peso en el frágil corazón de todos los presentes.

El llanto desesperado de Connie se escuchaba a lo lejos acompañado de los suaves sollozos de Christa, siendo lo único que los distraía de la horrible melodía que era el escuchar los huesos tronarse dentro del fuego hasta que se convertían en cenizas. Nadie se animaba a decir ni una palabra, quizá por la angustia del luto o por el temor de romper aún más al pobre castaño que se quedaba mirando el fuego como si fuese lo único que podría adquirir su atención.

Horas ántes se sentían tocar el cielo con las manos, pensando que podrían comerse el mundo de ahora en adelante, poniendo toda su esperanza en que Eren era la solución a su interminable guerra con los titanes. Estaban eufóricos pensando que la humanidad había ganado una batalla.

Pero allí estaban, tiempo después dándose cuenta que la victoria de la humanidad tuvo un precio muy alto a pagar, más alto de lo que nunca pidieron imaginar. Cientos y cientos de soldados dejaron la vida para lograr que Eren pudiera cubrir la puerta con esa roca y otra cantidad enorme de sacrificios fueron necesarios para repoblar el distrito de Trost.

Uno de los caídos había sido Marco Bolt, miembro de la tropa ciento cuatro y amigo cercano del dúo de mejores amigos que se encontraba totalmente roto mientras veían como alguien tan puro como ese chico de pecas era consumido por las llamas luego de morir.

Evie se sentía muy mal al saber que Jean había sido quién encontró el cuerpo de un amigo tan cercano para ambos. Simplemente hubiera deseado que ella fuese quién lo encontraba, así se hubiera ahorrado ver la expresión tan rota de Jean mientras le confesaba que el pecoso había muerto.

La azabache fue una hermana mayor para todos esos mocosos que se comportaban como idiotas pese a tener uno o dos años menos que ella. Pero siempre había tenido una extraña debilidad por Jean y Marco, estaba casi todo el día con ellos, eran la pequeña luz de sus ojos, pese a tener una relación mucho más cercana con el más bajo de ambos chicos era inevitable no querer al joven de pecas.

Y allí estaba, intentando no pensar en su corazón roto porque necesitaba priorizar los sentimientos de Jean, necesitaba abrazarlo, consolarlo y decirle que todo iba a estar bien. Pero ambos sabían que nada iba a estar bien, habían perdido a uno de sus grandes amigos, el mejor amigo de Jean, era algo demasiado grande como para darle un discurso lleno de palabras vacías que su mejor amigo no iba a escuchar.

Así que simplemente tomó su mano con fuerza y no la soltó en ningún momento, intentando que en ese simple toque le diese aunque sea un poco de paz a la batalla interna que estaba sintiendo Jean en ese mismísimo instante. Se tragó todas las lágrimas que quiso derramar, sólo porque intentaba que él no se rompiese en mil pedazos o que, si ocurría, ella fuera la primera en juntar trozo por trozo.

Red swan; Reiner Braun. [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora