secretos(29)

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Su tío Hyung le había recomendado no acercarse a su madre. Al menos hasta que no se calmaran las cosas con la prensa.
Pero Moa ya había decidido hacer lo que ella creyera mejor. Sin miedo, sin culpa y con la cabeza en alto.

Llegó temprano a la empresa, con el pequeño colgado de su cadera y un par de guardaespaldas siguiéndole los pasos.
Todo iba bien, ella estaba realmente relajada y con una idea brillante en la cabeza. Al menos se sentía segura de eso.

—disculpe señorita, no puede subir sin ser anunciada— Moa volteó para encontrarse con el guardia de seguridad. En ese momento recordó la última vez que había estado ahí y la manera tan liviana de tratarla. Claro, ese día vestía cómo una chica cualquiera, de jeans, zapatillas y una sudadera. La Moa que tenía ahora enfrente, era una completamente diferente.

—a caso no sabe quién soy?— preguntó altanera mirando su brazo y la manera descarada con la que ese hombre la sujetaba. Ya odiaba a aquel sujeto que casi se aprovecha de su desesperación. Entonces, sus manos sudaron al darse cuenta que seguramente, así es cómo se trata a la gente en ese lugar. Miró a su alrededor, en donde unas chicas muy jovenes trabajaban atendiendo los teléfonos. Pudo notar cómo prestaban atención a la manera en la que aquel guardia la tomaba del brazo y eso la puso a pensar en las veces que ese sujeto les habrá hecho lo mismo a ellas o quizás, ya presenciaron la misma escena. —no sea atrevido— le reclamó haciéndole señas a los hombres encargados de su propia seguridad.

—señora— dijeron poniéndose a su disposición.

—por favor, me sacan a este hombre de aquí. No voy a tolerar que gente abusiva trabaje bajo mí mando.

—usted no tiene autoridad!— gritó el tipo enfurecido. De seguro, en ese piso nadie se atrevía a enfrentarlo. En ese piso, él mandaba. —fui contratado por la mismísima Hye Sook hace más de 15 años, usted no es nadie!

—usted suba, yo la seguiré en un minuto— le aseguró uno de sus hombres mientras le sujetaba la muñeca del guardia confundido.

Moa lo oyó gritar hasta que las puertas del elevador se abrieron. Sus guardias fueron los encargados de sacarlo del lugar sin hacer disturbios y se alivió al ver a las chicas dar saltitos de alegría, eso significaba que su presentimiento era real y que les acababa de quitar a un abusador de encima.
Aquello le dió un golpe de realidad y eso también la asustaba. Sabía que si quería hacer las cosas bien, significaría echar al menos a la mitad de los empleados que seguramente eran corruptos y eso le daría una reputación horrible.

Una aún peor de la que ya tenía.

—vas a tener que caminar— le dijo al pequeño mientras lo bajaba para salir del elevador. Ese lugar la estresaba demasiado.

Ya en el piso de su madre, otra empleada se le acercó para impedirle el paso. —Si no tiene una cita no puede entrar— la misma mirada despectiva de la última vez, la misma voz pedante, el mismo desaire.

—dígale a su jefa, que yo no soy su juguete, que no me verá cuando se le plazca y recuérdale que es ella la que pierde si me voy— no terminó de hablar que su madre salió disparada de la oficina. Cómo si hubiera estado escuchando detrás de la puerta. —creíste que me quedaría a rogar por tu atención, cómo siempre?

—no seas dramática— dijo llamándola con los dedos.

—cuida al niño— le mandó al guardaespaldas que estaba llegando. Este asintió y se paró junto al pequeño dejándolo explorar el enorme recibidor bajo la mirada hastiada de la secretaria.

Siguió a su madre hasta una de las oficinas de reuniones. Allí, otra vez, tenía más fotos, videos, incluso documentos inventados en donde aseguraban que Moa tenía una enfermedad terminal secuela de una enfermedad de transmisión sexual.
Pasó las hojas con fastidio. Ni siquiera podía sentir enojo. Su madre a estas alturas le daba pena.
Suspiró fregandose un ojo y fue dejando sobre la mesa uno a uno los papeles sin mirarlos.
—hace unos años...— comenzó a relatar con la mirada perdida. —me fui a estados Unidos y no te molestaste en buscarme. Claro, creías que podrías hacer uso del dinero que mí padre dejó, solo con mí firma. —entonces la miró. Sook parecía confundida —cuando descubriste que no era tan fácil, me trajiste con la excusa de mí casamiento con Tae, claro, con ayuda de Stella. Sólo que no contabas con que ella se embarazaría.

será nuestro secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora