será nuestro secreto

Amigo(34)

Habían pasado dos días y todo el mundo se preguntaba en donde se escondía Moa. Lo único que se sabía de ella, era a través de la prensa y siempre eran suposiciones. Ya nadie creía en las hipótesis que inventaban.

Tae había decidido mudarse nuevamente con sus padres después que el señor kim le insistiera y aceptó la ayuda de su progenitora para que se encargara del niño.
Pero la escena era desgarradora. Moon lloraba a todas horas y cuando no lo hacía, se quedaba en silencio, jugando con la mirada triste.

Ese día, había invitado a jeon para contarle lo acontecido  con Moa y con la esperanza de que él pudiera ayudarlo con el niño. Otra vez, después de años, necesitó de su mano para poder sobrellevar la situación. —dicen que podría estar incubando algo, pero creo que se debe a otra cosa. No sé... Siento que está triste— le comentó a su amigo.

—vez lo que hace? Presta atención— el pequeño tenía un coche atado a un hilo. Para tae, lo estaba escondiendo entre las hojas secas para jugar a remolcarlo. Pero obviamente, en los ojos especialistas de jeon ante el comportamiento humano, ese juego tenía un significado más profundo. —él, esconde su juguete y tira del hilo hasta hacerlo aparecer frente a sus ojos. Está buscando inconscientemente, hacerse a la idea de una partida e intenta controlar los tiempos— tae lo miró cómo si le estuviera hablando en otra lengua. —supongamos que el coche es Moa.  Ella desaparece, no se vé, pero él busca desesperadamente la manera de hacerla regresar. En su mente de niño, sabe que está trabajando, aunque no entiende lo que eso significa, sabe que volverá, pero no entiende sobre tiempos. Lo que busca con el juego, es convencerse de que ella regresará pronto. Es su manera de manejar su dolor.

—oh!— exclamó dubitativo. Sus ojos inspeccionando al pequeño. A sus gestos y al dolor que muestra al esconder el coche.

—la última vez, le hizo bien estar separada del niño. Extrañarlo le ayudó a comprender que ella también lo necesita. Tranquilo... Volverá, lo sé.

—por qué nunca lo mencionó?— pregunta el castaño. Sus ojos se comparten entre la lata de cerveza que descansa sobre la manta que habían acondicionado cómo mesa en el jardín y el pequeño qué ahora juega a enterrar los juguetes en el arenero. —si estaba tan angustiada... Por qué nunca me lo dijo?

El pelinegro bebe un sorbo de su lata e inhala todo el aire que puede. —no lo sé. Muchas veces le recomendé terapia en pareja, con la ilusión de que al verte dispuesto...— aprieta sus labios, dudoso en si debería hablar de eso. —esperaba que ella pudiera ponerse en tu lugar y defenderse. Decir, de una manera u otra, todo aquello que venía molestándola— suspiró. —Tae, yo no puedo contarte a detalle lo que ella me plática en terapia. Pero puedes imaginarlo si prestas atención. Tú la conociste cuando vivía con sus padres. Habrás visto el entorno frío en el que se crió. Después de todo, el amor de los padres y la manera de crianza influye mucho en la personalidad de las personas. Si ella es introvertida, no se la puede culpar por eso. Mucho menos enojarse o juzgarla por no hablar. Por que, no lo hace para lastimar, lo hace por que la situación es más fuerte que ella. Forzarla, tendría un efecto contrario— Tae le sostuvo la mirada, por dentro intuía que el tono de su amigo denotaba cariño y muy poco profesionalismo. Pero sacudió la cabeza rechazando la idea. Últimamente estaba muy paranoico

—me duele que no haya confiado en mí para algo así. Me duele enterarme que ella necesitó ayuda psicológica por mí causa, mientras que yo... No hacía nada.

—no, tae— suelta sereno. —ella asiste a terapia desde que su padre falleció— el semblante de Tae palidece. Sus ojos tiemblan y el aleteo de sus pestañas sube de velocidad conforme asimila esas palabras. No puede creerlo, nunca lo había mencionado —ella lucha hace años con esto. Pero por alguna razón, no puede avanzar. Empieza mostrando solo la punta del iceberg, pero cuando siente que uno llega al punto exacto del trauma, se evade, lo niega y vuelve a ser la mujer introvertida de siempre.