2: ¿Qué Eres?

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Conor ronca en el sofá de mi sótano, rodando hasta caer en el suelo. Su hermano gemelo le golpea el brazo, despertándolo.

—Lo siento, no pude dormir —gruñe, incorporándose.

Le tiendo un cojín antes de abrazar mis propias rodillas. Caleb resopla, rendido, cierra la tapa de su laptop y nos dedica una mirada a todos.

—Les soy sincero —eleva ambas manos—, no tengo ni idea de qué está pasando.

—Estás diciendo que vamos a seguir teniendo problemas al dormir —Nathan eleva una ceja—, tengo seiscientos años, no dormir no es una opción.

El ojiverde rueda los ojos.

—Solo... vayamos a casa, ignora la sensación de que te observan y ya —le dice a su hermano antes de levantarse.

—Caleb tiene razón, si lo ignoramos se irá —Troye se levanta del sofá, bostezando—. Gracias por la comida, Alex, yo me voy a dormir.

Y así todos se rinden, saliendo del sótano hacia la salida de la casa. Les sigo, sintiendo mis ojos pesados. Ya en la puerta todos se despiden, Nathan es el último en despedirse.

—No creo poder dormir —me dice, cansado.

—Encontraremos una solución —sonrío—, puedes llamar si sucede algo.

Él mira sobre mi hombro, frunzo el ceño, confundida.

¿Ahora qué tiene?

Sus ojos me observan con un atisbo de diversión y picardía antes de tomar una de mis manos.

—¿Y si me quedo? —susurra.

—Si quieres que mi padre te atropelle con su auto por la mañana... —respondo con simpleza.

Entrecierra los ojos.

—No está por aquí ahora, no me verá subir —dice—, en la mañana me voy por la ventana...

—¿Qué tal si te saco por la ventana en este momento?

Cierro los ojos al oír su voz. Lo sabía. Siento el brazo de mi padre rodearme los hombros, le sonríe a Nathan con fingida amabilidad.

—Adiós, señorito.

—Sí, sí, ya entendí —el castaño se rinde—. Bueno... ¿Un beso?

—Adiós —insiste mi padre.

—Pero...

—¡ADIÓS!

—¡ESTÁ BIEN! —exclama Nathan— Adiós...

Mi padre cierra la puerta.

—A dormir —ordena.

Ya en cama y con la luz apagada conciliar el sueño no es difícil. Mi respiración se ralentiza, mi corazón late despacio y mis extremidades se relajan. Lo único que puedo sentir es la fina capa de viento entrando por la ventana y el leve murmullo que producen las cortinas al inflarse, así hasta que todo desaparece.

Abro los ojos, exaltada por el estruendo. Miro a mi alrededor buscando de dónde vino aquel sonido.

¿Qué fue eso?

Agudizo mis sentidos, esperando el siguiente estruendo pero jamás llega. De pronto, el sonido de varios golpes, como pisadas comienzan a resonar en la calle. Como si cientos de personas estuviesen marchando.

Uno...Dos...Uno...Dos.

El sonido de un arma cargándose, un disparo que resuena en mis oídos y de pronto, pierdo la consciencia otra vez.

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