30: No Me Dejes Entrar en la Eterna Noche Sin Una Luz Que Me Guíe

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Encontramos a los chicos escondidos tras un muro de piedra en una habitación donde descansan las criptas de difuntos. Todos ellos en silencio mientras en algún lugar cerca conspiran para hacernos trizas. No lo evito, me llena de rabia.

—Debemos salir —gruño.

—¿Y qué vamos a hacer? —pregunta Troye, cruzándose de brazos.

—Podemos con ellos —aseguro—, si nos quedamos aquí escondidos aquí sin hacer nada ellos solo se saldrán con la suya...

Troye baja la mirada, de pronto luciendo muy afectado. Sacude su cabeza con suavidad antes de regresar sus ojos azules hacia los míos.

—No quiero perder a nadie —dice—, a nadie.

Sus ojos observan a Nathan un segundo, como si fuese un mensaje para él. Los oí esa vez, perdió familia peleando junto a Nathan en el pasado, entiendo cómo se siente perder a alguien, ahora lo hago.

—No perderemos a nadie —le prometo—, podemos con esto... Hagamos un plan rápido para recuperar el Athyo.

—Bien, tiene razón, quedarnos escondidos aquí como ratas no nos servirá —Nash asiente, dándome la razón— ¿Desde cuándo nos escondemos? ¿Desde cuándo corremos lejos de los problemas?

Nash me lanza una daga enfundada, la atrapo en el aire.

—Nunca —responde Caleb.

—Vamos a salir y patear su trasero de seiscientos años —Malika cierra sus ojos y estira su cuello, al abrirlos sus pupilas se han vuelto blancas.

—Eso es perturbador —señala Conor— y para que sepas tenemos la misma edad... lo llamas vejestorio, nos llamas vejestorio.

—Bien —Nathan aplaude, llamando nuestra atención—. Atentos, este es el plan...

Me mantengo escondida detrás de una columna de piedra mientras echo un vistazo hacia el oscuro pasillo que se abre frente a nosotros. Están ahí. La luz del cubo cósmico rebota en las esquinas del lugar, como la luz pasando a través de un cristal.

Echo un vistazo a mis espaldas.

El suelo tiembla, las bases del castillo se sacuden con el remezón de su base, las antiguas piedras agrietándose y el cubo abierto iluminando con el azul del cosmos.

Veo mi reflejo en la navaja de mi daga, veo mis ojos brillar del color del sol.

En cuanto corro hacia el pasillo, de las sombras emerge una figura conocida. Me echo para atrás pero es tarde. Derek se asoma de entre la penumbra, haciendo la vara metálica que trae consigo girar entre sus dedos. Sus ojos brillan como dos zafiros perversos.

—No quería que llegáramos a estas soluciones finales —no parece sorprendido de verme—, pero veo que tú y tus amigos están dispuestos a atacar.

—No hay opción —respondo sin perder de vista sus movimientos.

—Te dije que podías estar del lado correcto de la historia —niega— Geanieve...

—Mi nombre es Alex.

—La primera vez que te vi tu nombre era Geanieve —dice, el azul en sus ojos de disipa por un momento, dejando su mirada azul humana, llena de tristeza—. Curabas las heridas de los heridos de guerra, curaste las mías y con eso bastó...

Niego con la cabeza, no quiero escucharlo. Antes de que pueda seguir avanzando hacia mí enciendo las llamas de mis manos amenazando.

—Yo no soy Geanieve.

—¿No te das cuenta? —pregunta, frunciendo sus cejas— Eres la viva imagen del amor de mi vida... De todas las personas en el mundo, tenías que nacer con su rostro, tenías que tener su cabello y voz ¿Entiendes lo doloroso que es para mí verte, Alex? Y lo que más me mata es ver la viva imagen de mi esposa del mismo lado que los hombres que me quitaron todo.

Academia WindstormWhere stories live. Discover now